_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un teatro bajo la arena

Vicente Molina Foix

Se ha dado poca importancia a El alcalde de Zalamea de Zalamea. Perdido entre el rumor de los magnos acontecimieto musicales o escépicos y los cursos e verano donde se pone debate el futuro del teatro el teatro del futuro se ha hecho, diría yo, en el pueblo extremeño de Zalamea. Allí -y lo recuerdo por si, usted, distraído como público de una gala de ópera o como oyente de un curso de verano no leyó: la noticia- los propios habitantes de la localidad inmortalizada en 1651 por Calderón de la Barca han decidido, y es el segundo año, representar en vivo el drama del honor pisoteado, convirtiendo su plaza Mayor en un gran escenario de ficción y autenticidad hecha carne -180 cuerpos oriundos le dan vida tres días de agosto. ¿Le hacen falta al teatro estas dosis dé espontaneísmo, de naturalidad de calle?En su gran obra maestra fragmentan a El público, Lorca. pone al comienzo en la boca del director de escena un grito de deseo: "¡Mi teatro será siempre. al aire libre!" . Al avanzar la trama los vínculos entre la verdad del amor homosexual y la mentira escénica se intrincan, y un personaje portavoz, el Caballo Blanco, Primero, defiende que lo que constituirá el verdadero treatro es el teatro bajo la arena" aque que abomine de la máscara y pueda revelar "la verdad de las sepulturas". La obra termina, en una apoteósis visionaria donde los cónceptósde liberación formal de tealtro y ruptura de los códigos,que comprimen las, conductas sexuales se funden en el estallido de uña revolución gracias a, la cual el transgufado personaje del Director proclama que "hemos levantado el techo y nos hemos quedado con las cuatro paredes del drama". Una vez rotos esos límites normativos, es posible otro despertar. "Hay que destruir el teatro o vivir en : el teatro!".

A punto de iniciarse la temporada teatral y tocando a su fin los grandiosos sueños de un día de verano, el panorama da pie al pesimismo. Desvanecido el espejismo del 92 y sus aledaños, que trajo como logro la erección y rehabilitación de estupendos espacios sujetos a la penuria dé global lo peor es la constatación de que en nuestro país y hablo en términos Si generales el teatro sigue sin formar parte de la cotidiana ilusión ficticia de las gentes, al contrario de Io que pasa en Frqancia, inglaterra o Suecia, países a los que cada día nos parecemos más en el clima de una cierta adustez de carácter pero no en sus hábitos culturales. no soyu sociólogo y menos aún estadístico pero si bien en Cataluña y en especial en Barcelona está viviendo un importante auge teatral, resultado, wsu`pongo, d3e una adecuada política de ayudas y una renacida curiosidad ciudadana, en Madrid, siempre tenida por la capital natural del teatro en España, la huida del público, de los pocos y en general, arcaicamente, progra mados, teatros, es aterradora, quizá en sintonía con el "descrédito de la realidad" que se vive en la deteriorada ciudad del alcalde Álvarez del Manzano. Convertido el municipal Teatro Español en una empresa de explotación de espectáculos en, vez de una entidad desiervicio teatral al público, .ahora se tantea la demolición de la Sala Olimpia no sabemos si con los. actores de los espectáculos allí programados esta temporada dentro sin duda para una reordenación urbanística de la castiza plaza de Lavapiés que conservaría en alguna esquina, como, la perla escondida del escaparate, una salita, polivalente.

Pero el ejemplo de Zalamea nos dice que no todo está perdído. Si entre la desidia psicosomática dé nuestros presuntos espectaculares y las pobres directrices de quienes podríán, paliarla, los teatros languidecen o cierran, nos queda la calle, nuestros pueblos, y campos y murallas, donde -sobre todo si disfrazamos la función de acontecimiento el hecho teatral puede recordar ímpetus, hacer patria, afición y hasta dinero. Las posibilidades del repertorio son, en está dirección, prácticamente inagotables. Hacer. la Numancia de Cervantes en las ruinas de Numancia es cosa ya ensaya den el pasado. pero qué me dice de llevar al barrio de Santa Cruz un Burlador de Sevilla, Fuenteovejuna a Fuenteovejuna, La serrana de la Vera a esa precios serranía de la Extremadura Para representar en Valencia Los locos de Valencia no habría problemas de reparto, y ya esto viendo una reactualización d El acero de Madrid confiada nuestros navajeros contemporáneos. Pero no habría que detenerse en el acervo clásico. La estanquerá de Vallecas representa daen los veranos por los propios vecinos que inspiraron Alonso de Santos podría remediar la peligrosa desocupación de ese barrio madrileño, y e cuanto a Las meninas de Buero el Prado desde luego sería cosas se han hecho ahí dentro, pero quizá e ese caso no sería prudente recurrir a cortesanas auténticas en miembros en ejercicio de la familia real.

Naturalmente habría un problema el paro actoral. Viviría estos hombres y mujeres bajo la arena, en la catacumba, Precisa mente de donde han salido de una vez en la historia las gran des remuciones. Quizá así ello mismos, con la energía acumula da en el subterráneo, podrían se los que un día lejano levantara el techo de los viejos teatros par devolvemos las desnudas cuatro paredes del drama.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_