_
_
_
_
GUERRA DE LOS BALCANES

Bihac, un Sarajevo liberado

Los 185.000 habitantes del enclave bosnio despiertan hambrientos de la pesadilla de tres años de asedio

Juan Carlos Sanz

Pesaba 90 kilos hace tres años, ahora no llega a 68. El presidente de la Cruz Roja local de Bihac, Hase Coravic, un economista de 70 años, se lleva la mano derecha al corazón, en un típico gesto musulmán de agradecimiento, antes de explicar que cada día su organización distribuye, gracias a la ayuda internacional, unas 3.000 raciones de comida. Y aunque las 1.700 calorías que aporta Europa a la dieta del enclave bosnio tienen que ser compartidas entre dos o tres personas, un cuenco de pasta con queso parece un festín frente a la sopa de hierbas y harina de maíz que ha sido su plato único durante más de tres años para la mayoría de los 185.000 habitantes de Bihac.Poco a poco, se despiertan de la pesadilla del hambre y los bombardeos de sus sitiadores serbios de Croacia y de Bosnia y rebeldes mulsulmanes en una ciudad libre, un Sarajevo abierto.

Hase Coravic apenas tiene unas cuartillas de papel en su oficina, pero lleva al día las estadísticas: "Entre el 1 de enero y el 30 de junio de este año han muerto en Bihac 240 personas menores de 14 años o mayores de 60 por enfermedades derivadas de la falta de comida; hay 400 casos de tuberculosis, que ya había sido erradicada en la región, y casi ningún niño se libra de los piojos". La ropa interior es un artículo de lujo en Bihac y el 50% de la población necesita con urgencia calzado. "Pero lo más terrible ha sido ver a los ancianos y a los niños desmayándose por la calle", recuerda el presidente de la Cruz Roja, que prefiere no tener que tratar con los serbios ni con los "renegados" de Fikret Abdic, 30.000 de los cuales han huido a Croacia para librarse de las represalias de las tropas bosnias.

Mercado a la baja

En el mercado de Bihac -donde aquel que aún tiene algo que ofrecer (libros, grifos, herramientas... ) lo pone a la venta para poder seguir sobreviviendo- un kilo de patatas costaba esta semana dos marcos alemanes (unas 175 pesetas), 10 veces menos que el mes pasado. Los tomates han bajado también su precio, de 20 marcos a cuatro por kilo. "Ahora todo es mucho más fácil", se alegraba la verdulera Mira Vukovic, de 48 años, que nunca dejó de vender flores para los cementerios.

Gracias al mercado negro de tabaco, rakija (aguardiente) y, sobre todo gasolina, un 10% de la población de Bihac ha conseguido amasar pequeñas fortunas con la complicidad de autoridades locales. Los que vocean en la plaza del mercado son el último escalón de la cadena de contrabandistas, que operaba desde Krajina. "Desde que han llegado los croatas el litro de gasolina cuesta unos 10 marcos, pero llegó a costar más de 50 en los momentos más duros", explica un soldado que pone a la venta un par de bidones de cinco litros de combustible.

En Bihac, todos hablan con desparpajo infantil ante los extranjeros. Acaban de renacer tras el largo asedio. Akija Veganovic, el paralítico de 42 años que exhibe un vistoso tatuaje. El soldado Mumiz Mahmoviovic, de 31, que perdió los dedos del pie derecho al pisar una mina. La jubilada Keda Causevic, de 65, que lleva en una fiambrera de plástico los 300 gramos de pasta con queso de la cocina popular de la Cruz Roja que va a compartir con su marido, Esad, de 71 años. Todos parecen contentos de poder charlar con unos forasteros. Es como descubrir una isla.

Caballos, moras silvestres, requesón, molinos de agua... Bihac era una comarca rural con mezquitas. Hoy es un cantón de la antigua Yugoslavia habitado por demasiados seres esqueléticos y mutilados. "Me gustaría que todo fuera como antes, cuando se podía ir a cualquier sitio", soñaba el soldado Mahamoviocic, casado y con una hija. Por ahora se conformaría con una prótesis y una cura en un balneario para su pie lisiado.

Metralla sobre Bibac

La metralla llovía en Bihac por los cuatro punto s cardinales. Los impactos de las granadas han dejado su huella en todas las fachadas, cualquiera que sea su orientación, y ventanales. La guerra se ha detenido aquí como en una instantánea durante tres años y en un muro todavía se observa el logotipo de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984.

Los 20.000 soldados del V Cuerpo de la Armija (Ejército bosnio musulmán) resisitieron un asedio que ha diezmado sus filas. No es raro ver soldados mutilados en la capital del enclave, "Aún queda mucho territorio por liberar, nuestro país sigue sin estar completo", aseguraba un mando del V Cuerpo, "y la situación en Bosnia está cambiando gracias a los éxitos del Ejército croata". Dos de sus tres atacantes, los serbios de Krajina y los rebeldes de Abdic han sido desarmados. Los primeros han abandonado en masa sus casas tras la ofensiva de Zagreb. Casi 200.000 personas se han tenido que refugiar en Serbia o el territorio de Bosnia-Herzegovina controlado por los serbios.

Pero al final "los musulmanes traidores", como les llaman, se han llevado la peor parte. Alrededor de 30.000 civiles y milicianos están rodeados por las tropas croatas en la región de Voicic, en el norte de lo que fue Krajina, según informes de la ONU. Los seguidores de Abdic, el empresario multimillonario que controlaba el negocio de la carne en la antigua Yugoslavia, han seguido el camino del exilio por segunda vez en un año, ya que fueron expulsados de su feudo de Velika Kladusa el pasado verano por las tropas del V Cuerpo, que nunca les perdonarán que se aliasen con los agresores serbios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_