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Sadam se tambalea pero no cae

Udai Husein retornó ayer a Bagdad con las manos vacías tras un infructuoso intento por lograr la extradición del grupo de iraquíes que incluye dos hijas del presidente Sadam Husein y sus maridos -militares de alta graduación-, cuya deserción el miércoles ha asestado un duro golpe a la estabilidad del régimen iraquí. La gestión de Udai fue un mero formalismo: el todopoderoso hijo de Sadam se limitó a cumplir con un encargo oficial y, tras 10 minutos de entrevista con el rey Hussein de Jordania, emprendió su regreso a la capital iraquí.Udai seguramente verá su autoridad consolidada y reforzada. La deserción de los dos yernos de Sadam, estrechos colaboradores del dictador iraquí, el general Husein Kamel Hasan, y su hermano, el coronel Sadam Kamel Hasan (junto con sus esposas, Ragad y Rana, respectivamenete), constituye el golpe más serio a la teoría de que la cohesión dentro del círculo íntimo de Sadam Husein ha sido siempre el mejor antídoto contra las innumerables conspiraciones a lo largo del funesto mandato iniciado en 1968. La primera reacción entre los opositores iraquíes ha sido vaticinar el próximo fin de la dictadura. Los enemigos externos del régimen, y claramente Estados Unidos, también se han apresurado a diagnosticar una erosión imparable que, aseguran, culminará inevitablemente en la caída de Sadam.

Eso está por ver. El general Kamel Hasan era el segundo hombre mas poderoso en Irak y, en su calidad de constructor del aparato bélico iraquí, fue durante años el más celoso guardián de los secretos militares de Bagdad. El coronel Sadam kamel era igualmente una de las piezas clave del aparato del poder, dada su condición de jefe de los servicios de seguridad de la presidencia. Ambos han admitido, en escuetas declaraciones formuladas en Ammán, que van a tratar de encabezar desde el exterior el movimiento opositor. Ello, sin embargo, no pasa de ser una intención interesante pero dudosa: su larga asociación con el implacable régimen de Bagdad los ha transformado en blanco del amplio odio popular hacia Sadam.

"¿Es acaso posible que los verdugos de ayer pueden convertirse de la noche a la mañana en libertadores?", se preguntaba ayer un opositor iraquí exiliado en Londres. "¿Podemos confiar en aquellos que hasta ayer perseguían con tanta saña a todo el que se atreviera a criticar al carnicero de Bagdad?".

No falta lógica en la sospecha de la oposición, ni siquiera entre los iraquíes más ansiosos por deponer a Sadam, como los miembros del Congreso Nacional Iraquí, la amplia coalición opositora actualmente dividida por viejas rivalidades y acusaciones de malversación de los fondos a la que, desde 1991, la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA) inyecta periódicamente a todo grupo interesado en deshacerse de Sadam.

En este ambiente de sospecha resulta difícil suponer que los desertores podrían convertirse en adalides de la causa de la liberación del Irak. Su valor específico podría ser más apreciado por aquellos países que insisten en mantener las sanciones impuestas a Irak por las Naciones Unidas. El general Kamal Hasan es, sin duda, una mina de oro en cuanto se refiere a información de la verdadera capacidad militar de Irak tras años de esfuerzos por desmantelar los arsenales de Sadam. Y seguramente hay pocos iraquíes en mejores condiciones de ofrecer un panorama exacto de la situación dentro de las fortalezas secretas y de los sistemas que han permitido la supervivencia de Sadam a lo largo de su gestión en el poder.

Probalblemente el efecto más inmediato de las deserciones va a ser el ascenso de Udai y de su hermano Qudai a tareas de mayor responsabilidad. Udai es de por sí uno de los hombres más temibles en Irak y, como demostró con el impune asesinato a sangre fría de un lugarteniente de su padre en 1988, es uno de los intocables de mayor cuidado. Padre e hijos pueden pues tratar de reparar el daño provocado por las deserciones formando una troika inexpugnable y, dado el desafío político de los últimos tiempos, con carta blanca para barrer sin piedad a los sospechosos.

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