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AIgo pa' comé y matar en Venezuela

La violencia urbana se ha convertido en uno de los grandes problemas del país

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIAL

"Señor, ¿me regala algo pa' comé?" Joáo Freites da Silva se volvió, sorprendido. Eran la seis de la mañana y abría su tienda de abastos en el barrio de Las Minas. Un chaval, con ropa sucia y gorra de visera negra, le cerraba el paso con la mano extendida. "Regáleme algo. Tengo hambre Apremiaba, casi amenazando. Da Silva, un poco asustado, le dio 100 bolívares (unas 50 pesetas) y esperó que se alejara para retirar el candado del comercio. Por la noche, volvió el pedigüeño con otros dos compadritos. "Entonces, portu, ¿tienes mucha muna [dinero] en la caja?", preguntó aquél. "¿Qué quieres ahora?. "Quiero toda la muna, portu, y rápido...". Apuntaba al pecho de Da Silva con un Beretta de nueve milímetros.

Este suceso figura en la diaria relación de los conocidos o publicados por los habitantes y prensa de Caracas sobre la rampante violencia urbana registrada en el país, comparable en mayor o menor medida con la sufrida por las ciudades brasileñas Río de Janeiro y Sáo Paulo, y las colombianas Bogotá y Medellín. Los venezolanos no dudan en considerar la inseguridad ciudadana como uno de los grandes problemas nacionales, y exigen soluciones sensatas u otras que ponen los pelos de punta. "Hay que enviar a todos los malandros [delincuentes] a campos de exterminio", reclamaba un desesperado. "¿Cómo dice usted?" "Me refiero a campos donde haya malaria y enfermedades que acaben con todos". Un sacerdote español los diezmaría así: "Encerrados en una isla y que allí se maten entre ellos".

El alcalde de Caracas, Aristóbulo Isturiz, fue muy aplaudido cuando, la semana pasada, en la ceremonia de recuperación de un parque tomado por bandas, prometió jarabe de plomo: "La policía tiene órdenes estrictas: si aquí tenemos que matar a un ladrón, hay que matarlo". Pero hay casos en los que la policía alquila la pistola al delincuente. Helio Gómez Trillo, director del Instituto Universitario Nacional de Estudios Universitarios, explica que, sin una profunda reforma educativa, progreso económico y regeneración moral y ética no hay nada que hacer ni en Venezuela ni, posiblemente, en otros países del continente.

Probablemente, Joáo Freites da Silva hubiera optado por la fumigación con malaria. La noche del atraco, los tres chavales sometieron a empleados y clientes con armas de fuego y se dieron a la fuga con varias bolsas repletas de licores y comida. Sin dejar de apuntar con el arma, el de la visera retrocedió hacia la puerta del ultramarinos. Da Silva, recuerda el periodista de El Nacional Marcos Tarre, no pudo aguantar la rabia y gritó: "¡Desgraciado, malagradecido, cabrón de mierda!". El chaval se detuvo y avanzó hacia el hombre. "Ah, ¿tú eres arrecho [valiente]? Toma, pa' que aprendas". Le vació el cargador y se fue andando. "La mayoría termina menos trágicamente que el caso de Joao Freites, pero es totalmente aleatorio lo que pueda ocurrir", asegura Tarre.

El Gobierno de Rafal Caldera, en un triunfo puesto en duda por otras estadísticas, asegura haber reducido en más de la mitad el número de muertos registrados cada fin de semana, y el propio presidente Aseguraba en una entrevista a El PAÍS que de cerca de 50 homicidios se ha pasado a menos de 19. La zozobra, sin embargo, continúa. Un miembro de su Gabinete admitía que los índices de violencia son altos, circunscritos fundamentalmente a Caracas y magnificados por la gran cobertura informativa recibida. "No puede ser que las televisiones abran su informativo con un muerto en la calle, como si no hubiera en el mundo, acontecimientos más importantes. Esto, repetido día tras día, crea inevitablemente un gran sentimiento de angustia y psicosis en la población".

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Los orígenes del fenómeno son antiguos y en Venezuela revisten una característica especial. Carlos, vasco, de 49 años, que la vivió, recuerda: "Aquí los pobres, cuando el petróleo y la tribu de 'ta barato dame dos' [está barato, dame dos], tomaban whisky escocés aunque la casa fuera de tablas. No había bautizo o comunión en los ranchos donde no se bebieran buenas marcas. Ahora, en la crisis, desde la televisión se sigue machacando, a estos barrios marginales y, a todo el mundo con el consumismo. Pero, como ya no pueden permitirse el lujo, muchos lo agarran por la fuerza". Gómez Trillo sostiene que "todo el país se ha delincuenciado" y profundiza en el análisis del bandidaje urbano encajado por su país, cuyas causas son semejantes a las observadas en otras naciones de América Latina.

"Hay una catastrófica situación de infancia abandonada. Es la cantera de todo. Infancia sin escolarizar, adolescencia sin oficio y ambos sin hogar. También hay una crisis educativa profunda. Estamos siendo ya un país de escuelas sin alumnos". El respetado criminalista advierte sobre el lanzamiento de dos bombas incendiarias tremendas sobre este pajar reseco e inflamable: el narcotráfico y el tráfico de armas. La crisis económica, el hambre, la pobreza, la miseria, con índices superiores al 60% en algunos asentamientos, asuelan los barrios latinoamericanos, y aquí armaron un hampa adolescente que ocupa las faldas de una capital de cuatro millones de habitantes, cuyos barrios acomodados, se atrincheran o cortan calles desviando el tráfico hacia garitas donde guardias jurados identifican a presuntos malechores.

Las recientes cifras aportadas por el ministro del Interior causaron una alarma aun mayor: entre 5.000 y 6.000 jóvenes deambulan por las calles dispuestos a conseguir las cosas a dentelladas. Los expertos observan, además, un mayor encanallamiento, presencia de delincuentes más duros, que matan a un ser humano como quien aplasta a una cucaracha. Es una delincuencia crecida, feroz, cruel, canallesca, innecesariamente destructiva. "Al hijo de un colega mío", explica un profesional, "le robaron el coche con él dentro. Las amenazas eran terribles: te vamos a violar, te vamos a desnudar, te vamos a tirar en la calle, vamos a ir a matar a tu mamá, te vamos a sacar los ojos y cortarte una pierna". Producto de la droga y el rencor. Otro comentaba: "Un amigo mío, en una situación parecida, no pudo aguantar más y acabó tirándose del coche en marcha".

Gómez Trillo no olvida un componente especialmente dañino. "La crisis moral y ética es consecuencia de la corrupción, que, a su vez, parte del modelaje de los líderes políticos, de los banqueros, de los empresarios, de los dirigentes". Hay una falta de credibilidad en ellos por la cantidad de hechos corruptos en los que se les ha involucrado. "El hombre marginal quiere tener lo que ve que tienen, también indebidamente, los de allá: casa, mujeres, licor, comida, yates, aviones o viajes. Y si ellos lo tienen por la vía de la astucia, él, que no conoce esa vía porque no tiene inteligencia para eso, emplea la violencia". Fuentes oficiales aportaron un dato escandaloso: se calcula que ciudadanos venezolanos han sacado del país, aproximadamente, 100.000 millones de dólares, en su mayoría parte resultado de la fuga de capitales y de los saqueos sistemáticos hechos durante la crisis de la deuda externa en los últimos anos.

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