Muertes y palabras
Conocí a Ricardo García Damborenea pocas semanas después del 23-F. Un periódico madrileño había organizado una mesa redonda, sobre el problema vasco y en representación del PSOE iba. a acudir alguien que no recuerdo, pero que al final fue sustituido. Por aquello de la unidad de la izquierda, intenté acercarme en el- debate a las posiciones del desconocido socialista. No hubo manera. Sólo le faltó decir, si es que no lo dijo, que hasta la tortura era buena si con ella se alcanzaban resultados frente al terrorismo. Así que, al terminar la reunión, me acerqué a él para conocer su identidad. "¿Eres Damborenea, verdad?", le pregunté. "Sí", respondió y, mientras bajábamos las escaleras de la sede del periódico a la calle de Ferraz, siguió insistiendo en su visión catastrofista.En aquellos tiempos, Damborenea era de sobra conocido por la rudeza de sus tomas de posición no sólo contra ETA, sino contra el nacionalismo vasco en su conjunto, por contraste con la mayor sensibilidad que mostraba Txiki Benegas, su entonces jefe y rival en el socialismo vasco. De modo que la vinculación criminal de Damborenea a los GAL encaja perfectamente con sus antecedentes políticos y, desde este punto de vista, las. declaraciones del jueves 20 suponen una novedad en el terreno de los hechos, pero no en el de las ideas. Éstas, por otra parte, con mayores finura y cautela, han sido también expresadas en los últimos meses por el círculo de socialistas defensores de Rafael Vera: la lucha antiterrorista tiene sus exigencias técnicas y cargar sobre ella la aplicación estricta de la ley es tanto como favorecer á los etarras. Lo que el primero confesaba a su estilo Rambo, los otros vienen exponiéndolo con un lenguaje Indirecto, tendente siempre a la apología de la guerra sucia.
Una innegable y sanguinaria guerra sucia, que, por cierto, algunos condenamos ya sin reservas en su momento debido, advirtiendo sobre el riesgo de una. responsabilidad del Gobierno en los GAL, y más aún cuando se vio la actitud de bloqueo de Felipe González al ser juzgados José Amedo y Michel Domínguez. De haber hipócritas, son quienes entonces callaron y ahora se ceban en el Gobierno, olvidando los propios actos de corrupción cometidos bajo protección oficial.
Con todo, la sucesión de manipulaciones, vilezas y comportamientos criminales ahora sacados a la luz tendrán remedio si acaban imponiéndose las reglas del Estado de derecho. Si se llega hasta el fondo y todos los culpables son debidamente condenados, sin leyes de punto final, podrá decirse que la democracia ha vencido definitivamente sobre, los residuos de la dictadura, perdiendo sentido el argumento de que ese Estado español, capaz de autodepurarse, es un simple instrumento de opresión sobre Euskal Herria. La sombra de los GAL no debe seguir cobijando al terrorismo de ETA.Ahora bien, esa trayectoria de saneamiento tropieza de forma cada vez más clara con González, convertido a estas alturas mas en un obstáculo de vocación infranqueable. que en una incógnita. Ciertamente, la acusación de Damborenea resulta verosímil, pero bien puede estar dictada por la fobia del personaje hacia su anterior jefe. En el fondo, si pensamos que tan grande es la responsabilidad de quien guía una banda de malhechores como la del que tolera sus fechorías desde una posición de poder, el dato es casi secundario. Una vez confesada la culpabilidad de los altos cargos de. Interior, lo que acusa al Presidente es su comportamiento personal y el de su Gobierno desde la reapertura del sumario Marey. Es la campaña contra Baltasar Garzón, la actitud de proteger de modo descarado y desafiante a los presuntos responsables inmediatos de los GAL (eso sí, mientras callaban y mentían a- la justicia). Son los 10 minutos otorgados a Julián Sancristóbal para soltar por TVE-1 toda la basura de la conspiración. Son las presiones y los millones vertidos en protección de Vera. Es el intento de blindar la condición de aforado de José Barrionuevo. Sólo un culpable, en uno u otro grado, hubiera dirigido una estrategia semejante. El asalto a la democracia no debe proseguir.
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