¿Se pondrá el poder en Rusia o por encima de la ley?
Los acontecimientos de abril en la aldea de Samashki, al igual que ha ocurrido en muchos otros incidentes en esta guerra de Chechenia, demuestran las múltiples violaciones de los derechos humanos, incluso derechos tan esenciales como el &derecho a no ser torturado y el derecho a vivir. Tras el frecuente bombardeo del Ejército ruso sobre las zonas circundantes del pueblo, las fuerzas especiales del Ministerio del Interior (OMON) procedieron al aniquilamiento de la población civil. Todos los varones de edad superior a 14 años fueron detenidos, las torturas realizadas están documentadas y se han identificado al menos cien tumbas recientes de civiles.Un factor de la mayor importancia en estos acontecimientos es que todos los mandos de las tropas militares o del Ministerio del Interior con los que hablé posteriormente han negado categóricamente que, hayan tenido lugar estas violaciones de los derechos humanos. Mintieron directamente. Es difícil imaginar que se utilicen tales métodos sin el consentimiento de los mandos superiores, cuyo deber es controlar y eliminar las violaciones de los derechos humanos. De lo que se deduce que las estructuras del poder en Rusia, en lugar de investigar y eliminar esas acciones, intentan ocultarlas para proteger a los responsables. Este fenómeno demuestra la reciente tendencia rusa y resalta los peligros a los que nos enfrentamos. Porque la cuestión que se le plantea ahora al país es si el poder se pondrá por encima de la ley.
Incluso a gran distancia del campo de batalla del Cáucaso se encuentran pruebas de la militarización de la sociedad rusa, comenzando por las crecientes concesiones a los deseos del Ejército y otras instituciones de seguridad. Se está aumentando la duración del servicio de los soldados y cancelando las prórrogas para los estudiantes. -Los procesos de reconversión de la defensa se están restringiendo y se está aumentando la búsqueda de mercados del Tercer Mundo para las armas rusas:
Estas presiones incurren en ciertas contradicciones. La vieja nomenklatura militar desea restablecer el "orden de los cuarteles" familiar. Ésta es la opción de los nacionalistas y de los comunistas, porque la militarización supone la mejor precondición, quizá incluso la necesaria, para la restauración del socialismo totalitario. No obstante, simultáneamente, los dirigentes del complejo militar-industrial desean "privatizar el Ejército", es decir, explotar la actual anarquía y las condiciones del seudomercado para arrancar la industria de defensa del control gubernamental.
Sin embargo, las implicaciones políticas están claras, como reconocen muchos destacados políticos de Moscú. El lenguaje que utilizan, por ejemplo, ha cambiado espectacularmente. Ya no existe el discurso rutinario, las continuas oraciones matutinas y vespertinas a la democracia: "Construiremos un Estado gobernado por la ley. Construiremos una sociedad civil. Nunca jamás volverá a tener este país un Gobierno arbitrario. Todo el mundo será igual bajo la ley". Ahora todas sus declaraciones ponen en primer lugar pronunciamientos completamente diferentes que se pueden condensar en tres palabras: dignidad de Estado. Actualmente, de lo único que hablamos en Rusia es de un Estado fuerte. Esto es algo completamente opuesto a lo que la gente quiere decir cuando habla de un Estado -estable gobernado por la ley. Trae reminiscencias ¿le la vieja tríada rusa del absolutismo, la ortodoxia y el carácter nacional, y ciertamente utiliza su vocabulario. El tema central es el deber de todo el mundo de observar los intereses de este Estado. En el próximo futuro, los políticos empezarán a persuadirnos de que sólo somos pequeñas piezas en un gran mecanismo. En vista de lo cual es difícil que sea casualidad que las personas como yo nos veamos acusados en los medios de comunicación y en el Parlamento estatal de traición, de injuriar a la madre patria, de ser rusófobos.
Nos hemos visto superados por una sucia oleada de patriotismo nacional. Yo incluso lo denominaría chovinismo. Se une a amenazas a los socios occidentales a los que hace bien poco se amaba apasionadamente.. Este cambio en el lenguaje, señala modificación en las bases de sustentación de las autoridades. Debido a los actos de brutalidad cometidos en Chechenia, han permitido el apoyo de los demócratas y se han convertido ahora en patriotas nacionales. Esto no afecta sólo a Vladímir Zhirinovski, líder del ultraderechista y nacionalista Partido, Demócrata Liberal de Rusia, -sino a un amplio espectro de fuerzas políticas, incluso instituciones políticas de derechas, como Unidad Rusa. No se pueden-encontrar defensores más entusiastas de las acciones del Ejército ruso en el Cáucaso norte que los patriotas nacionales. Al mismo tiempo, los comunistas critican al Gobierno, pero critican mucho más a los que se oponen a la guerra y votan consecuentemente.
Los dirigentes occidentales deberían entender lo que creo que la sociedad occidental ya entiende: los cambios en la política exterior rusa son importantes para Rusia, para Europa y para el mundo entero. Si Occidente está dispuesto a aceptar a un Socio muy peligroso que miente, amenaza y comete acciones imprevisibles constantemente, entonces debería apoyar a su amigo Borís en todos sus actos. Debería apoyarle incluso cuando se comporta igual que Zhirinovski. Es cierto que lo que Zhirinovski sólo promete ya lo está haciendo Yeltsin.
El otro cambio crítico está en las opiniones de los militares rusos. Yo no creo que las acciones de las fuerzas federales rusas durante la mayor parte del conflicto hayan demostrado una intención consciente de eliminar o reprimir a los chechenos, como nación. Pero la actitud antichechena se está haciendo muy poderosa y la del Ejército ha girado 180 grados. Cuando mi delegación y yo fuimos a Chechenia a finales de diciembre pasado, tuvimos oportunidad de hablar con muchos soldados y oficiales. Las acciones militares serias no habían comenzado todavía y las tropas estaban tomando posiciones simplemente en las carreteras, a cierta distancia de Grozny. Durante este periodo, ni los soldados ni los oficiales, ni siquiera el comandante de la división, expresaban ningún sentimiento antichecheno. Desde luego, no entendían por qué les habían enviado allí. Incluso nos lo reprocharon a nosotros diciendo: "Ustedes son miembros de la Duma, ¿qué están haciendo aquí? Su sitio está en Moscú. Deberían ir allí a poner fin a esta disparatada situación y a insistir en que nos retiren -de aquí".
Bien, esto sobreestima nuestra capacidad. Creo que nuestro lugar en ese momento estaba allí, en Chechenia, y esto produjo algunos resultados, por muy pequeños que fueran. Pero ésta era la actitud que prevalecía entre los soldados rusos. Ahora,es distinto. Tras meses de derramamiento de sangre, existe una hostilidad explícita, una actitud abiertamente antichechena no sólo entre los pícaros del OMON, que llevan a cabo operaciones como la de Samashki, sino también entre los soldados comunes. Es importante controlar la aparición de esas actitudes en el Ejército, porque es una precondición para el genocidio. ¿Está teniendo lugar ya el genocidio del pueblo checheno? Temo que esta pregunta no se puede contestar todavía. Pero ahora sabemos que hay que plantearla.
El primer ministro Víktor Chemomirdin comprende muy bien el peligro de estos acontecimientos. Ésta es la razón por la que, durante la crisis de los rehenes de Budenriovsk, encontró el coraje necesario para vencer as e ambiciones, el establishment (y aguantar las humillaciones superficiales) e iniciar negociaciones con los terroristas. Creo que hizo esto no sólo para salvar las vidas de centenares de civiles y no sólo para mejorar-su imagen ante los ojos de futuros votantes, sino también para iniciar un proceso verdadero para la resolución pacífica del conflicto de Chechenia. En resumen, lo hizo no por la crisis de Chechenia, sino por la crisis de arrogancia de la propia Rusia.
Pero la pelota todavía está en el tejado. El partido de la guerra -representado por ministros y altos mandos militares, el secretario del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, los jefes de varios organismos de seguridad más algunos miembros del entorno del presidente Borís Yeltsin y del propio primer ministro- intentará destruir estos esfuerzos con cualquier pretexto. Estas personas apelarán a la faceta aventurera y autoritaria del presidente -jugando- con sus bien conocidas debilidades -para intentar minar a los pragmáticos y devolvemos a la situación previa a los hechos de Budennovsk.
La votación de la Duma del 21 de junio, que negó toda confianza en el Gobierno, fue el primer indicio de sus intenciones. Iniciada por los comunistas y por Zhirinovski, y con el desafortunado apoyo de algunos demócratas, el resultado daría a Yeltsin el pretexto para destituir a Chemomirdin. Es cierto que la calma y el -comportamiento decidido de Chernomirdin, en agudo contraste con los modales agresivos e histéricos de Yeltsin, le convirtieron en un poderoso competidor, motivo suficiente para que el presidente actuara contra él.
Si el partido de la guerra, respaldado fuertemente por los comunistas, los nacionalistas y Zhirinovski, se hiciera con el puesto del primer ministro, reinará la confusión en el país: habrá acontecimientos violentos e imprevisibles dentro y fuera de sus fronteras, un mayor enfriamiento de las relaciones con Occidente y una militarización incontrolada de la política y la sociedad rusa.
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