Inicio maratoniano
Jazz Band Ball
Papa Joe's Rambling Band, Jeff Jerolamon Swing Thing, Jorge Pardo y Chano Domínguez, Frank Morgan Duo, Kevin Mahogany Group y Eddie Palmieri Septet. Terraza y Salón de Plenos del Ayuntamiento. San Sebastián, 21 de julio.
La jornada de estreno presentó nada menos que a ocho grupos alternándose en dos escenarios para completar más de cinco horas y media de música multicolor y pluriestilística. El cielo amenazaba lluvia y las sesiones al aire libre corrían serio peligro, pero cuando la fiesta se monta de corazón, nada puede aguarla. Abrieron la Papa Joe's Rambling Band, el desenfado hecho jazz, y la Swing Thing. del batería Jeff Jerolamon, discípulo confeso de los espectaculares maestros de los años treinta y cuarenta.Para cuando pisaron el escenario de la terraza del Ayuntamiento Jorge Pardo y Chano Domínguez, el sirimiri había pasado a mayores y es muy posible que los temas de Paco de Lucía, sentidos y tratados como suyos por la espléndida pareja de improvisadores, nunca se hayan visto en una situación' atmosférica tan poco propicia para expresar todo su cálido andalucismo.
Arriba, en el solemne Salón de Plenos, Frank Morgan tocaba por primera vez en España. La historia de este soberbio saxofonista alto está tan ligada a las salas de conciertos y estudios de grabación como a las celdas de San Quintín, Chino y Synanon, cárceles en las que pasé largas temporadas por consumo de drogas. Tanto tiempo estuvo fuera de circulación que cuando su primer disco, grabado en 1955, se reeditó 22 años más tarde, el comentarista de la contraportada le dio por muerto. Una broma macabra que Morgan vengó en 1985, titulando con asombroso buen humor Easy living (algo así como Vida placentera) su trabajo de regreso a la actividad. Ahora sí que se le ve feliz y complacido en el recuerdo de los sonidos típicamente boppers de su etapa formativa. Más tarde, el cantante Kevin Mahogany colmó el mismo escenario con su oronda figura y su rocosa voz de barítono antiguo. Clásicos del jazz; como Just in time, All blues o My foolish heart, interpretados con buen estilo según cánones creados por Joe Williams, Mel Tormé y otros aristócratas de las cuerdas vocales, sirvieron para animar a aquellos que observan preocupados la sequía de nuevas voces masculinas.
Pero lo mejor de la noche se hizo esperar. Eddie Palmieri admitió con tropical cachaza que contra la naturaleza no se puede, y había sido precisamente la húmeda naturaleza donostiarra la que había provocado el cambio de escenario de su concierto. Nimio inconveniente. Aunque hubiera tardado un año y hubiera tocado sobre la punta de un iceberg, habría merecido la pena la incomodidad. Apareció sonriente, con un puro habano en la imano derecha y un vaso de coca-cola en la izquierda: lo mejor de dos mundos. Los colosales Brian Lynch (trompeta) y Conrad Herwig (trombón) se dejaron la piel en cada soplido.
Babelia
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