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El cine y el Prado tendrán prioridad en el presupuesto de Cultura de 1996

Javier Sampedro

La ministra de Cultura, Carmen Alborch, ha instrumentado ya los primeros capotazos contra la tijera presupuestaria del Ministerio de Economía, cuyo empeño en reducir el déficit público está obligando al resto de los departamentos a hacer malabarismos con sus cuentas para el año que viene. Alborch está decidida a salvar de la quema su política cinematográfica y la reforma del Museo del Prado. También considera prioritarios los programas de conservación de bibliotecas, auditorios y teatros y sus proyectos de colaboración con las comunidades autónomas.Alborch inauguró ayer el XI Encuentro sobre la edición, dedicado este año a la edición multimedía, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander. Coincidiendo con el encuentro, la UIMP nombró doctor honoris causa al poeta y editor portugués Fernando Guedes, actual presidente de la Unión Internacional de Editores.Concentración

La tendencia a la concentración en el mundo editorial -el jueves pasado Planeta adquirió el 40% de la editorial Tusquets- no le quita el sueño a la ministra de Cultura, que señaló ayer que las fusiones "pueden ser muy positivas" para reforzar la industria del libro, siempre que los nuevos gigantes dejen respirar también a las pequeñas firmas editoras.

Pero si hay algo que no deja respirar a los empresarios del libro son las nuevas tecnologías de la comunicación y la informática. Los soport6 alternativos al papel -desde los CD-Rom hasta las redes on line al estilo de la Internet- han abierto a los editores un universo de mercados inexplorados, pero también amenazan con meterles en un berenjenal de trampas legales y cantos de sirena financieros.

Las mismas virtudes de los soportes digitales, como su bajo coste y su posibilidad de copiarse sin pérdida de calidad, pueden abrir las puertas á una piratería cultural de una fidelidad al original sin precedentes, tal como señaló ayer Gerardo Meiró, director de la empresa de CD-Rom Micronet. Pero la verdadera pesadilla legal para el derecho de propiedad intelectual llegará, según los expertos, de la mano de las redes de ordenadores personales bautizadas antes de nacer como autopistas de información.

Víctor Castelo, responsable de la red Iris, que conecta a Internet unos 40.000 ordenadores de universidades y centros de investigación españoles, dio ayer la voz de alarma: "En Internet no hay fronteras". En una red global en que la información navega sin restricciones, clamar por el respeto a los derechos de autor viene a ser como pretender ponerle puertas al campo. Las diferencias de legislación entre unos países y otros en materia de propiedad intelectual se vuelven inaplicables. Si un libro u otro producto cultural se ofrece por la red, no hay forma de controlar quién lo compra, ya que los usuarios no pagan por los servicios, sino una cuota fija de conexión. "Cualquier usuario es un editor en potencia", concluye Castelo.

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