Animación didáctica

El guardián de las palabras

Director: Joe Johnston (imagen real) y Maurice Hunt (animación). Guión:

Casci, Kirshner y Contreras, basado en el cuento de D. Kirshner. Fotografía: Alexandra Gruszynski. Producción: D. Kirshner y Paul Getz. EE UU, 1995. Intérpretes: Macaulay Culkin,Christopher Lloyd. Madrid: cines Vaguada, Aluche, Bristol, Callao, Carlos III, Parque Oeste, La Rambla.

Según ha confesado en su reciente comparecencia ante los medios de comunicación españoles, el productor David Kirshner tuvo la inspiración para escribir su relato The Pagemaster al contemplar la cara de absoluto pasmo que se les puso a sus dos hijos pequeños cuando los llevó por primera vez a la biblioteca pública de Nueva York.Como si quisiera construir una suerte de guía didáctica para niños no lectores, Kirshner publicó su obra, el éxito de la cual le impulsó a intentar su transcripción cinematográfica. Y hay que convenir que por lo menos intentó hacer algo diferente, alejado de la tópica filípica sobre la conveniencia de que los niños lean libros, costumbre progresivamente olvidada en nuestra civilización de la imagen.

El guardián de las palabras es un filme muy breve (apenas hora y cuarto bien contada), que narra la historia de un niño muy pusilánime -Culkin, en otro de los cambios de registro a que lo lanzan sus inteligentes promotores- que cada día de lluvia se refugia en una gran biblioteca, tiene un accidente fortuito y se ve abocado a una peripecia singular: acompañado de tres volúmenes, llamados significativamente Fantasía, Horror y Aventura, deberá encontrar la salida del laberinto libresco en que se ha metido. Esa peripecia es la excusa que el filme se monta para echar mano de algunos clásicos universales: La isla del tesoro, El doctor Jeckyll y Mr. Hyde, Las aventuras de Gulliver, Las mil y una noches, cuyas páginas sirven de coartada para lo que les ocurre a los cuatro protagonistas.

Escaso dinamismo

Que el destinatario ideal del filme es el público infantil está fuera de toda duda, no en vano la película se dirige a él en el lenguaje que mejor comprenden los niños: el de las imágenes animadas. Así, el filme se transforma en un dibujo animado apenas a los diez minutos de su duración, y así permanece casi hasta el final. Si su inspiración es menor o mayor, eso ya es otra cosa: aunque el director de animación, Maurice Hunt, haya sido el responsable de los efectos visuales de numerosos productos de la factoría Disney, lo cierto es que se echa en falta un mayor dinamismo, un dibujo más imaginativo y una inspiración un poco más generosa. Tiene, no obstante, una virtud: la brevedad.

Cuando la función amenaza con hacer agua, sus responsables se las apañan para terminar con cierto brío la historia planteada. No es una virtud menor, y en todo caso ningún adulto se aburrirá demasiado con un producto que, a pesar de sus carencias, resulta simpático y provechoso.