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"A España se le pide mucho, pero lo hara bien"

La presidencia española de la UE será muy dura, por la importancia del momento y por la sobrecarga de la agenda, pero España "lo hará bien, pondrá la proa hacia el futuro" vaticina el presidente de la Comisión, Jacques Santer, de 58 años. El avance a la moneda única, la estrategia contra el paro, la política mediterránea y la maduración de la reforma del Tratado de Maastricht son las grandes prioridades compartidas.

Xavier Vidal-Folch

Jacques Santer (Luxemburgo, 1937), ha cumplido su primer semestre al frente de la Comisión Europea. Se muestra satisfecho de los trabajos realizados por el Ejecutivo, aunque algo menos de los resultados generales de la UE en este periodo. Por eso espera mucho de la presidencia española, recién iniciada. Ex primer ministro luxemburgués y dirigente del Partido Popular Europeo (PPE), se muestra convencido de que Gobierno y oposición sabrán compartir la política europea.Sus grandes prioridades para el semestre coinciden con las de la presidencia: preparación de la moneda única, medidas de fomento del empleo, Conferencia Euromediterránea de Barcelona, trabajos para la reforma del Tratado de Maastricht, porque hay que diseñar una Europa "escuchando los deseos de los ciudadanos", única forma de "enfrentarse al euroescepticismo". Santer y los 19 comisarios inician hoy una estancia en España para coordinar las agendas de trabajo y los detalles del semestre.

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Pregunta. ¿Quéespera de la presidencia española?

Respuesta. La agenda de la cumbre de Cannes prefigura la de Madrid: la marcha hacia la unión monetaria y la afinación de medidas para el empleo, sobre lo que espero mucho de la presidencia española, porque ahí nos jugamos la credibilidad de la UE. Y en política exterior, la Conferencia Euromediterránea de Barcelona debe ser señal y mensaje a los países de la cuenca sur del interés europeo en ellos. También espero un avance en las relaciones con Estados Unidos. La situación está madura.

P. La inestabilidad interna puede perjudicar el semestre.

R. Los mandatos alemán y francés han atravesado periodos electorales, suele pasar en una Unión de quince socios. Lo que cuenta es la voluntad y determinación de la presidencia de tirar del carro. Y yo no dudo de la voluntad europeísta del Gobierno español. Conozco demasiado bien a sus dirigentes.

P. ¿Cómo deben combinar los partidos su deber de gobierno o de oposición con el de evitar perjuicios a la presidencia?

R. No tengo derecho a hacer recomendaciones. Pero la política europea debe ser compartida, porque hay elementos que trascienden el conflicto y que exigen acuerdos.

P. Como dirigente del PPE, ¿cree que el PP español comparte esta convicción?

R. El PP forma parte del PPE. Entre ambos no hay divergencias de fondo y de objetivos. No deberían surgir discrepancias.

P. Luego es optimista ante el semestre que empieza.

R. Es un momento muy importante de la UE, en el que perseguimos el reequilibrio de la orientación al Este, hacia el Sur, en el que debemos preparar la Conferencia Intergubernamental (CIG) de 1996, y, mientras hacemos todo eso, impulsamos las políticas de empleo. La presidencia española desempeñará un gran papel en estas tres direcciones. Pondrá la proa hacia el futuro. Las presidencias de segundo semestre son más duras, exigen más esfuerzo: pierden el mes de agosto, deben aprobar el presupuesto y coordinarse con las organizaciones internacionales que celebran sus asambleas en el cuarto trimestre. Ponen a prueba a sus responsables. Pero los espanoles siempre han sido muy europeístas y lo harán bien. Por poner un ejemplo, la: manera como Carlos Westendorp está llevando el Grupo de Reflexión es, prometedora.

P. En política mediterránea es esencial crear mecanismos permanentes, que Barcelona no se agote en sí misma.

R. La Comisión propone esos mecanismos. De momento tenemos acuerdos de asociación con varios países de la cuenca sur. Otros los impulsaremos ahora, así como la estrategia de preadhesión de Chipre y Malta. Pero el objetivo para el siglo XXI es establecer una zona de libre cambio. La Conferencia de Barcelona es un acicate para este proceso. Estoy convencido de que será un éxito. Todo el mundo quiere participar.

P. También Rusia y Estados Unidos.

R. Será una Conferencia Euromediterránea. Pondremos el acento en el concepto euro, para que tenga el éxito descontado.

P. La presidencia francesa ha coincidido con su primer semestre al frente de la Comisión. El balance no es feliz.

R. Personalmente, me he adaptado al clima político de Bruselas. Yo venía del otro lado de la barrera. La UE como tal ha digerido óptimamente la ampliación a Austria y, lo que no era tan obvio, a los nórdicos. Y hemos tomado decisiones: la unión aduanera con Turquía, aunque depende del visto bueno del Parlamento Europeo; el acuerdo con Rusia y las relaciones con Japón y Estados Unidos. Y en temas sectoriales, las propuestas sobre el pase a la tercera fase de la unión monetaria; sobre las pymes, que se llevará a Madrid; los trabajos sobre el empleo y la vigilancia multilateral sobre el paro. Hemos sido activos en todos los terrenos. Y hemos tenido problemas con Canadá por la pesca, pero llegamos al acuerdo que debemos desarrollar. Han sido cinco meses intensos. Estoy satisfecho.

P. Ve la botella medio llena. También está medio vacía: en pocos de esos asuntos se ha rematado la jugada.

R. La Comisión es la encargada de lanzar iniciativas, debates, ideas para incitar a los Estados miembros. ¿Acaso el Libro Verde sobre la moneda única no ha suscitado debate? Muy bueno, con conclusiones; los anteriores amenazaban con eternizarse. Todos, salvo uno, lo han asumido. En Madrid ya podremos pronunciarnos sobre el escenario de referencia adecuado para el pase a la moneda única.

P. Quien lo ha rechazado es el país más importante: Alemania, partidaria de un Big Bang retrasado.

R. Lo esencial es que en Madrid podamos definirnos sobre ese escenario y sobre el nombre de la moneda única. Así eliminaremnos incertidumbres. Hay que tomar nota de la postura alemana. Y recordar que los criterios de convergencia deben cumplirse, no olvidar que la primera cita es en 1997 y que, si entonces no hay una mayoría de países convergentes, en la segunda, para 1999, entrarán los que cumplan.

P. ¿Qué nombre tiene, a su juicio, más probabilidades?

R. Personalmente, yo puedo vivir con el ecu, pero ésa no es la cuestión. Algunos Estados tienen dificultades psicológicas y de otro orden con esa denominación. Pues bien, encontraremos el nombre que acepten los ciudadanos, porque para que la moneda única tenga éxito todos deben hacerla suya. ¿Eurofranco? ¿Ducado? ¿Euro como prefijo de marco, peseta o franco? Hay distintas posibilidades.

P. Chirac dijo en Cannes que había que ser generoso con Major y no forzar la creación de Europol.

R. La discusión demostró la debilidad estructural del tercer pilar de la UE, el de la seguridad. Europa no progresará por métodos intergubernamentales, se llamen Schengen o Europol. O lo arreglamos en la CIG o nos arriesgamos a lo peor, la desagregación.

P. Pero ya se saben los deseos del Reino Unido, evitar la mayor integración y la disminución del veto.

R. No prejuzguemos. Yo he vivido tres CIG, la del Acta Única y las dos del Tratado de Maastricht, políticas y monetaria. Al empezar, todo el mundo se sienta sobre los principios, pero la discusión provoca que las posiciones evolucionen. Esperemos al resultado del Grupo de Reflexión.

P. Usted se define como un pragmático. El Parlamento, que era la reserva de la utopía, también. Todos son pragmáticos. No transmiten ilusión.

R. Más que ilusión, lo que hay que hacer es dar respuesta a las demandas ciudadanas. Y los ciudadanos de a pie piden hoy empleo, están angustiados por el paro: crear empleos no es contradictorio con sanear las finanzas públicas. Al revés, lo primero es imposible sin lo segundo, porque más déficit supone tipos de interés más altos, mayor coste de la deuda, y todo ello repercute en seguida en menores crecimientos, y éstos, en destrucción de empleo. Tengo ilusiones y una visión de la persona, la democristiana, que comparto con Helmut Kohl y Jean-Luc Dehaene. Pero a los políticos nos juzgan por los resultados.

P. Habla de empleo, pero la estrategia de apoyo a las famosas iniciativas locales de empleo (ILE) sigue paralizada. Tanta palabra y tan pocos hechos laminan la confianza.

R. La Comisión ha presentado su programa de ILE, 17 orientaciones para favorecer, la creación de puestos de trabajo, repartirlos mejor y dentro del principio de igualdad hombre-mujer.

Pero no es la Comisión la que crea empleos, sino los Estados miembros los que deben ajustar sus políticas para favorecerlos. Por desgracia, sólo dos de los Quince han presentado su programa plurianual. Lo harán todos este otoño. Y también bajo presidencia española se iniciará la vigilancia multilateral del desempleo para situar esta política en el mismo nivel de importancia que el saneamiento de las finanzas públicas.

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