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Gatos imperiales

Cuenta Jaroslav Hasek en Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, recién reeditadas por Destino en su colección Ancora y Delfín, cómo "en tiempos de María Teresa, en época de guerra, cuando los señores de intendencia quisieron cargar a los desgraciados ratones todos sus robos de uniformes, llevaron gatos a los almacenes militares". Pero, una vez comprobado que los reales e imperiales gatos -de cuyo color reglamentario se abstiene de informamos Hasek- incumplían su deber, en la época del emperador Leopoldo fueron ahorcados seis de esos felinos en el almacén militar de la plaza praguense de Pohorelez a consecuencia de un consejo de guerra, según narra nuestro autor.Volviendo aquí, el coronel Juan Alberto Perote Pellón, que ha sido degradado el pasado domingo hasta dejarlo ala altura del capitán Dreyfus en un dibujo a plumilla de su cuate Pedro Zola, entretiene los ocios del procedimiento judicial en que se encuentra incurso preparando un libro al que se añadirán atractivas ilustraciones gráficas y sustanciosos apéndices, además de una casete con una selección de las más azarosas grabaciones captadas en el espacio radioeléctrico escaneado. Se asegura que la parte contratante, una afamada editorial, ha ido generosa en el anticipo de numerario al autor y colaboradores porque calcula récord de ventas para un volumen con más y mejores padrinos que David y Goliat juntos.

Recordemos que, descubierta la ruta de las especias -honor sea dado al infante don Enrique y a la escuela de Sagres-, los esforzados portugueses comprobaron enseguida la imposibilidad de mantener en su favor la exclusiva de navegar por ella. Así también el episodio gayesco del 12 y del 19 de agosto de 1992 -consúltense en las hemerotecas las ediciones mundiales de las fechas indicadas- permitió verificar cómo al final de la ruta de la mierda se encuentra garantizada no sólo la prosperidad económica sino el máximo prestigio profesional. Por eso, es lógico que cada día aumente el número de los que se enrolan en la aventura tan olorosa como prometedora de esa peregrinación.

"Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos", advirtió hace 60 años, previsor y ecológico, Federico García Lorca, pero por si aún quedara alguno en descampado, se sigue indagando qué se hizo de quien todavía en tan significados momentos, intentaba salir al paso de la felonía de su colega titulando en la primera de su diario: "Relacionan a Conde con una supuesta campaña contra el Rey". Eso sí, David, alcanzados sus objetivos en circulación y publicidad, advertía el pasado 18 de junio que nadie esperara de su periódico "un solo gesto que contribuya a alterar la normalidad constitucional ejemplarmente coronada por don Juan Carlos".

¿Cabe deducir del anterior entrecomillado que el firmante se cree en posesión de un arsenal de gestos capaz de producir esas alteraciones? ¿Anuncia esa frase de Davidque va a transmutarse a partir de ahora en un Goliat defensor del establecimiento filisteo? Si esa metamorfosis fuera su próxima deriva, téngase en cuenta que en su lugar otro menesteroso podría ver llegada la ocasión propicia para salvar sus precariedades y colmar sus ambiciones cargando la honda, por ejemplo, con la piedra de Zourab -véase la lista de los príncipes veraneantes en Baleares- y prosiguiendo con ánimo decidido la próspera tarea del abatimiento.

Pero apartémonos un instante de todo particularismo porque, ajeno a la situación española del momento, el pasado enero Alain Mink describía en su libro L'ivresse democratique el eclipse de la santa trinidad establecida "democracia representativa, Estado-providencia, clase media"- y la entrada en escena de otra santa trinidad constituida por los jueces, los medios de comunicación y la opinión". Dicho lo cual, regresando al retablo de maese Conde, téngase en cuenta la lucidez de Cioran cuando escribió que "en España se alcanza el fracaso".

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