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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enterrar veneno

DE GRAN Victoria para el ecologismo cabe calificar la rendición de la multinacional petrolera. Shell ante la presión intemacional y los militantes de Greenpeace, al renunciar a hundir en el mar del Norte una de sus plataformas. de almacenamiento de crudo. Este éxito dará alas a operaciones parecidas en el, futuro. Las ocasiones no faltarán si se tiene en cuenta que más de 200 plataformas de este tipo jalonan las, aguas del mar del Norte y muchos cientos más se extienden por otros mares del planeta. Por. lo pronto, el comisario europeo encargado de las cuestiones medioambientales, Ritt Bjerregaard, se ha pronunciado a favor de una prohibición general de hundimiento de plataformas petrolíferas en el mar.Acosada por un euroboicoteo que le hacía perder dinero a espuertas y del que el Gobierno alemán ha sido el agente más activo, la compañía Shell se ha plegado a las exigencias de los conservacionistas de que la plataforma -a rebosar de sedimentos tóxicos tras 20 años de funcionamiento- se desmantele en tierra.

La victoria tiene ahora, sin embargo, un carácter fundamentalmente político. La Shell estaba respaldada por el Gobierno británico, que aceptaba su teoría de que la tumba marina era menos peligrosa y, no lo olvidemos, más económica que la terrestre. Los expertos han calculado que el desmantelamiento en tierra firme de la plataforma tendrá un coste de unos 10.000 millones de pesetas, cuatro veces más de lo que hubiera costado su hundimiento en el mar.

John Major ha sufrido, pues, un nuevo revés, -otro- con la marcha atrás de la multinacional, al que contribuyó también su propio Ministerio de Agricultura calificando muy negativamente el recurso a la fosa bajo el mar. El primer ministro británico se había comprometido públicamente en la Cámara de los Comunes en la opción del hundimiento patrocinado por la Shell. De ahí que el cambio de actitud de la compañía haya sido considerado poco menos que una traición. De poco han servido las excusas presentadas por sus directivos al Gobierno de Londres. La prensa británica ha descrito a un Major "furioso" por este asunto. Pero, en realidad, nada ha demostrado hasta la fecha que una solución -el desmantelamiento en tierra- sea mejor que otra -el hundimiento en el mar- para el bienestar de la naturaleza.

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Lo importante aquí, por tanto, es menos si el equílibrio ecológido, sale o no ganando, sino que la militancia radical contra los presuntos excesos de la industrialización, es verdad que aliada en este caso al canciller alemán, Kohl, que cargó tódo su peso contra la Shell -básicamente anglo-holandesa- y la posición de Major, ha doblegado a uno de los grandes poderes de la economía mundial.

Ahora sólo falta, y no es poco, convencer al Gobierno británico de que permita a la multinacional desmantelar y enterrar en la tierra lo mas firme posible el denso residuo de su pingüe explotación de los recursos naturales. El tema de los costes económicos también es crucial para la concesión o no dé este permiso. El cierre de. una plataforma petrolífera es sufragado en parte con deducciones fiscales a costa del contribuyente británico. Al ser el coste del desmantelamiento en tierra tres o cuatro veces superior al de su inmersión en el mar, esas deducciones deberán aumentar en la misma proporción. Lo cual hace prever un nuevo enfrentamiento entre el Gobierno británico y la Shell en torno a, la concesión de esas ventajas fiscales. El problema aún no ha terminado.

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