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EL FUTURO DE EUROPA

Los Quince intentan evitar contrarreloj el fracaso en Cannes

Xavier Vidal-Folch

Al reunirse hoy en Cannes, los 15 jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE), como, casi siempre, encontrarán abiertos todos los grandes temas. Sangrando. Para eso sirven las cumbres, para cerrarlos, para que los números uno puedan lucirse, mostrarse más generosos que sus ministros y sherpas y vender a sus opiniones públicas los aspectos más favorables de cada uno de los pactos. Pero esta vez, como casi nunca -al menos con tanta intensidad-, los borradores de acuerdo son tan complicados y contradictorios, se han alcanzado tan tarde y están tan débilmente trenzados, que el peligro del fracaso acecha insólitamente en la Riviera francesa.

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ENVIADO ESPECIALSólo sonreirá el éxito en el Consejo Europeo si el juego de carambolas a cuatro bandas satisface a los grandes países.Hace tres semanas todo parecía irremisiblemente condenado al fracaso, tras cinco meses de asténica presidencia francesa. Pero Jacques Chirac cogió el toro por los cuernos. No podía permitirse tamaño fiasco, esa venganza póstuma del gran ausente, François Mitterrand.

Más amarrado a Matignon y al QuaI d'Orsay que cualquiera de sus antecesores, Chirac lanzó iniciativas, convocó interminables reuniones de los Quince (minicumbres, cónclaves, contactos bilaterales de confesionario), propuso infinitas soluciones transaccionales.

El FBI de la UE

Y ha recogido frutos. Agridulces. Dulces: los tres grandes y más polémicos asuntos del Consejo Europeo (reparto de los fondos de ayuda de la acción exterior comunitaria; creación de la Europol, llamada el FBI de la UE, y concreción de los 14 proyectos de grandes infraestructuras de transportes) cuentan con sendas plataformas de acuerdo, pactos de principio o consensos tácitos. Agrios: los tres cartapacios registran algún disidente entre los grandes países (Francia, Alemania,Reino Unido, Italia -que hoy apenas cuenta- y el medio-grande España, que pesa más por su inminente presidencia). El secreto de la reunión de Cannes es sencillo. ¿Logrará la presidencia equilibrar suficientemente cesiones con logros como para que todos puedan cantar victoria propia por estos últimos dejando en la penumbra las semiderrotas?

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Hay posibilidades, creen los optimistas, recordando que la UE entra al parto -llega al pacto- siempre por espasmódica acumulación de borbotones. Rompe aguas cuando pasaron nueve meses -nunca antes- y la maduración de los asuntos, amenaza en pudrimiento, lo que haría perder más a todos: un logro mediocre suele ser mejor que un incierto aplazarniento.

El asunto capital es el reparto de los fondos de la acción exterior. Tengan paciencia quienes se aburren con cifras y conflictos en los que los protagonistas -al menos pasivos- están a mil leguas.

No es una cuita de burócratas ni afición de, contables, sino la exigencia de solidaridad externa, que sin ella la interna acaba deshilachándose, fortaleza sin argamasa.

Se trata de distribuir el destino -y la carga- de 27.000 millones de ecus durante cinco años, hasta final de siglo. O sea, cuatro billones de pesetas. O sea, cerca del 7% del presupuesto comunitario (aunque algunas partidas son extrapresupuestarias), destinado a 90 países: los 70 ACP (África, Caribe, Pacífico), la docena de la cuenca sur mediterránea (incluidas Palestina y Turquía), la media docena de pecos, países de Europa Central y del Este).

Alemania da prioridad al Este. Por eso ha puesto una reserva contra el acuerdo de "reequilibrio" de fondos', al final del quinquenio, de esa su zona de influencia -al fin y al cabo, llamada a integrarse en la UE- con la mediterrénea. Francia y España, los padrinos de la cuenca sur, recuerdan que el equilibrio será global, pero no per cápita (pasará de una relación de cinco a uno a otra de 2,5 a uno). El Reino Unido ha conseguido la promesa de rebajar su cuota al fondo de ayuda (octavo FED) para los ACP, la niña de los ojos de París, ex metrópoli de la mayoría de ellos, no de todos, entre los que figuran también ex colonias británicas y portuguesas; España, Italia y los países nórdicos protestan porque al rebelde socio británico se le quiere reducir el esfuerzo, y a ellos, que estaban por la, labor, mantenérselo o aumentárselo.

¿Cuajara el doble pacto del octavo FED y de las cifras pecos-meds, siquiera con matices sobre las últimas propuestas? Puede ser, si se combina con los otros dos grandes asuntos, Europol y las grandes redes. Para la Europol, la gran ilusión de Alemania, obsesionada con la gran delincuencia transnacional (mafias del Este, narcotráfico), está el impedimento británico: una reserva sobre la conveniencia de otorgar al Tribunal de Luxemburgo la competencia de dirimir los conflictos que el FBI de la UE genere entre los Estados socios, esa manera indirecta de comunitarizar los asuntos de justicia e interior, hoy intergubernamentales. Sería un Schengen bis -el convenio intergubernamental que rompe las fronteras para las personas-, aunque más perfecto, con autoridad judicial y pactado a quince (¿o a catorce?), un empeño también del Benelux, porque las mafias tardan sólo un par de horas en cruzar su territorio.

Para las grandes infraestructuras de transporte (autopistas, líneas férreas de alta velocidad, aeropuertos), los grandes-grandes pretenden que la cumbre "dé prioridad entre los 14 proyectos prioritarios". Es decir, que escancie el dinero disponible del presupuesto en los proyectos más maduros, que casualmente benefician sobre todo a Francia, seguida de Alemania y del Benelux. Italia y España ponen el grilo en el cielo: primero deben presentarse los proyectos financieros y luego repartir con equidad, alegan.

Carambolas de billar

El billar de Cannes ya está, pues, instalado. Imaginen ahora unas carambolas (afinación de las plataformas de acuerdo) que produzcan los resultados siguientes. Francia consigue aprobar el dinero para los ACP (mediante la rebaja a Londres y un afeite que satisfaga a España, Italia y los nórdicos); consagra el reequilibrio de los preteridos mediterráneos con los pecos, y logra un impulso a las grandes redes.

Alemania obtiene la bendición del apoyo al Este (desistiendo de su resistencia ante el Sur); se embolsa el Europol, su juguete preferido, y sus cotizaciones afro-caribeño-pacíficas apenas aumentan.

El Reino Unido canta victoria por haber disminuido su cheque para los ACP, se relame por las ayudas al Este y puede vender a su opinión la salvación de la soberanía judicial, el opting out en Europol, una cesión que le regalan todos con desgana. España triunfa en su empresa financiera mediterránea, la vaselina de la Conferencia Euromediterránea de Barcelona y la modernización de la vieja retórica arabista de su política exterior, y logra algunos apaños en las redes a cambio de su gratuita militancia acepeísta, su federalismo policial y su discreción en no destacar que es la más perjudicada por la exclusión judicial británica de Europol, porque se quedarán atascados, sin juez, los conflictos con Londres derivados del narcotráfico o el blanqueo de dinero en Gibraltar.

Esto es lo que sucederá en Cannes, mediando habilidades moderadoras. Pero cualquier error de cálculo arruinará la partida. Por ejemplo, que los recién llegados nórdicos no entiendan la lógica de la feria de compensaciones mutuas en que también consiste esta Europa. O la incógnita Major. O cualquier crisis impensable hasta las tres de esta tarde, cuando empieza la reunión.

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