El final del INI
Adivinen quién ha escrito lo que sigue."Por Ley de 25 de spetiembre de 1941 se creó el Instituto Nacional de Industria como entidad de decrecho Público... [que] se configuró como un instrumento de apoyo a la política de autarquía económica impuesta por, un Estado autoritario. El Instituto debía actuar en aquellos sectores en que estaba ausente el empresario privado. Se adoptó, pues, un modelo de iniciativa pública. basado en el principio de subsidiariedad que, combinado, posteriormente, con la nacionalización de empresas privadas no rentables, contribuyó a un crecimiento indiscriminado y heterogéneo, del sector público en España
Pues no es dé mi pluma tan elegante y preciso pasaje. ¡Lo ha publicado la Gaceta de Madrid! El Gobierno, con un Real Decreto-Ley de 16 de junio del presente y sobresaltado año, ha disuelto el INI y lanzado Teneo a las fauces de una Sociedad estatal.
No es fácil el veredicto sobre un Instituto que ha marcado la historia económica de España durante el último medio siglo. Es mi opinión que el bien que ha hecho es de carácter didáctico: ha, capacitado a tres generaciones de trabajadores, ingenieros y economistas a ser buenos industriales; y ha inoculado a España definitivamente contra la idea de crear y mantener un amplio sector de empresas públicas.
La idea de Franco cayó en la tierra abonada por el regeneracionismo de principios de siglo, una generosa pero mal dirigida reacción nacionalista tras el desastre de Cuba. El general Primó de Rivera concretó ese ideal regeneracionista en un notable esfuerzo público para dotar a España de infraestructuras y para ponerla a la par de sus vecinos en materia industrial. Hasta que España se quedó sin divisas en 1959 y tuvo que buscar su ingreso en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, la doctrina económica de Franco fue una prolongación de la del otro general.
Hemos relatado Jesús González y yo en Una historia del INI (1976) cómo Franco encargó a Suanzes imitar en España el arbitrio de Mussolini. Se lanzó Suanzes, a quien sus enemigos llamaban "Julio Verne", a crear un grupo industrial polifacético, activo en minerías, lubricantes, electricidad, química, textil, automoción, electromecánica, transportes aéreos y telecomunicaciones: los nombres de ENDESA, Elcano, Bazán, Pegaso, Marconi, Iberia, aún resuenan en nuestros oídos como música chirriante y descompasada. El propio Banco Mundial dio al INI el golpe de muerte, con un famoso informe titulado El desarrollo económico de España y publicado en 1962. Desde entonces el Instituto ha sido un fantasma.
Los historiadores hemos sido más caritativos con el Instituto que el legislador de este fin de siglo tan escéptico ante la planificación estatal y la empresa pública. Aconsejo la lectura de la equilibrada historia de Pablo Martín Aceña y Francisco Comín, El INI, 50 años de industrialización en España, (1991). Concluyen que el Instituto "ha cumplido los objetivos para los que fue, creado y aquellos otros que se le han ido asignando a través del tiempo".
Comparen las palabras del preámbulo del crudelísimo Decreto-Ley de finiquito del INI y el INH, "la rentabilidad social de la empresa pública exige adoptar cuantas medidas favorezcan el aumento de la eficiencia y la competitividád", con las de la Ley fundacional INI en 1941: "propulsar y financiar, en servicio de la Nación, la creación y resurgimiento de nuestras industrias, en especial de las que se propongan la resolución de los problemas impuestos por las exigencias de la defensa del país o que se dirijan al desenvolvimiento de nuestra autarquía económica".
Requiescat in pace.
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