Faenón de Curro
Curro Romero toreó. Así de fácil, así de milagroso. Con 62 años, explicó una mágica lección de empaque y embrujo dejando en el ambiente un incienso de torería santa. Llenó la tarde de templanza y hermosura en Toledo, su plaza mágica, donde el Faraón repitió su ya histórica hazaña de hace dos temporadas.Los catecúmenos-aficionados enfebrecieron con los sonidos de la flauta mágica de Curro y salieron del coso alumbrando pases imposibles, gracias a la histórica actuación del sumo sacerdote, por edad y torería, de esta liturgia que es la Fiesta. El sortilegio ocurrió con el cuarto de la tarde, con el que Curro se lució en verónicas de seda, siempre ganando terreno, siempre cargando la suerte, y rematadas con media monumental. A Curro le había gustado su enemigo y se atrevió después con otro quite de máxima pureza.
Arjona / Romero, Finito, Barrera
Toros de Sánchez Arjona, bien presentados, manejables y flojos; 2º, inválido. Todos sospechosos de pitones.Curro Romero: estocada corta y descabello (ovación y saludos con algunos pitos); media atravesada, estocada y descabello (oreja). Finito de Córdoba: aviso antes de entrar a matar, estocada desprendida (más palmas que pitos); estocada contraria tendida y dos descabellos (oreja muy protestada). Vicente Barrera: media tendida desprendida y estocada (oreja); pinchazo, media tendida y descabello (vuelta). Plaza de Toledo, 18 de junio. Segunda de la Feria del Corpus. Media entrada.
Luego, con su pañosilla, que el toro embebía con similar nobleza a sus hermanos, destapó durante cinco minutos el frasco de las esencias. Salvo algún punteo suelto al rematar tres naturales, el resto fue embrujo, gracia, misterio y variedad: redondos, naturales, pases de la firma, kikirikíes, cambios de mano y mil adornos distintos fruto de su inspiración. Todo ligadísimo en un rodal, y con la pasión desatada entre el cotarro, que restallaba palmas por bulerías, y en el callejón, con el resto de los toreros rendidos ante el Papa táurico. La espada y la falta de sensibilidad del presidente le robaron la puerta grande. Ya en el que abrió plaza, Curro apuntó sus ganas y pespunteó ribetes de, sentimiento, como anticipo de la explosión final.
El de Camas borró a Finito, terco representante del toreo moderno. Donde Curro ponía naturalidad, el de Córdoba ponía arrebatos ventajistas y crispaciones, tanto con el inválido cadáver semoviente como con el otro, con el que tuvo el gesto de soberbia de negarse a dar la vuelta al ruedo tras el regalo orejil en el que el usía volvió a demostrar su ausencia de fibras sensibles.
Vicente Barrera apostó por su toreo de sello, de vitola. Distinto, en su personal concepción amanoletada, a lo que hoy sufrimos normalmente. Vertical, hierático, con máxima quietud y muletazos cortos pero intensísimos y de buen toreo, que también alboreó con percal. Caló hondo y no desmereció frente a Curro. Todo un método.
Babelia
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