Presión francesa para que 'El odio' se lleve esta noche un premio
A Jim Jarmusch en su filme 'Hombre muerto' le sale el cadáver de un 'western'
ENVIADO ESPECIALDesde el primer día de Cannes 95, en los cartelones que llenan las calles y los quioscos, ofendía a la vista esta curiosa y alarmante consigna: "¡Atención a El odio!". Parecía. una llamada a responder a una agresión y, así ha sido, pues resultó ser una opresiva maniobra pubficitaria de un filme francés, dirigido por el joven Mathicu Kassovitz. Ayer, la consigna cambió: "La explosión Kassovitz", lo que es mucho decir para un simple petardo. Otro petardo nos llegó también del lejano Oeste: Hombre muerto, perfecto título para el filme completamente cadáver de Jim Jarmusch, ignorante en este género.
El joven director francés Mathieu Kassovitz no es un miope, pero está todavía bastante verde y su El odio es una película simplemente entretenida, correctamente hecha y pensada de forma ambiciosa con resultonería, pero nada más. Sin embargo, pese a ser poca cosa, apesta desde lejos a premio.A la abusiva presión ambiental aludida hay que añadir la resonancia que estas orquestaciones tienen en las moquetas donde los jurados de este festival Cannes 95 que está a punto de acabar, bailan el minué con sus anfitriones, los amos de la tienda, para que El odio les acabe sonando a amor. Nada nuevo, pues es cosa sabida que quienes. hacen el guiso quieren al menos una tajada.Autopromoción
Lo mejor del prometedor Kassovitz es que, sin serlo, va de genio. Su talento para la autopromoción conduce a perlas oratorias de esta singularidad: "Yo odio tomarme en serio aunque corra el riesgo de no ser tomado en serio". Y estas otras sublimes fobias: "Yo odio a los que suben las escaleras mecánicas sin moverse y a los que cultivan cebollas. Y odio a las endibias y a la menestra de verduras". Y para dejarnos definitivamente aplastados por el chorro de ingenio, ahí queda eso: "Yo odio decir Yo".
No es, escondido detrás de este rosario de tonterías nada tonto el chico. En medio minuto reitera como una cacatúa tartamudo nada menos que 15 veces la palabra odio, por aquello de "tú repite, que algo queda". Y puesto que todo Cannes está materialmente acribillado por llamadas publicitarias a El odio, Kassovitz cierra el círculo y añade a las voces los ecos. Muchos, aplausos. "Bravos" con pronunciado acento francés. Insistimos: apesta a premio prefabricado.
El odio, como la película Ed Wood, de Tim Burton, ha sido filmada en blanco y negro, y no por pobreza -pues a estas alturas del olvido, rodar en blanco y negro no es más barato que en color- sino por originalidad y por la moda impuesta por Spielberg, También está hecha en blanco y negro la penosa caricatura de western que nos ha traído Jim Jarmusch procedente de, según él, la América profunda, adjetivo justo si a lo que alude es a la profundidad de un pozo o de un sepulcro.
Hombre muerto, es un atraco a mano armada en las convenciones del cine del Oeste y causa pena e irritación ver metido en el delito a Robert Mitchum, que tan buenos westerns lleva colgados a sus espaldas.
La cosa va de transgresora e iconoclasta, pero en realidad a Jarmusch le sale acomodaticia y beata, pues el simpático e irregular cineasta es aquí atrapado por lo que pretende atrapar, de modo que acaba jugando al juego de western con todas las de la ley. Lo que pasa es que, en esta partida de póquer, Jarmusch es tan mal jugador que ni siquiera sabe hacer trampa, como en esos chistes filmados que otras veces, hicieron gracia y aquí ninguna. Para burlarse del western hace falta ser o parecerse a Groucho Marx, y Jarmusch, ni lo es ni se le parece.Minimalismo
Su Hombre muerto, con Johnny Depp de protagonista, se resume en dos horas y cuarto de película muerta, jalonada por la pesadumbre de incontables escenitas sin ritmo, vacías, escuetas y muy cortas -como ahora se dice, minimalistas- que se abren y se cierran siempre con interminables fundidos en negro, algunos tan sabidos y tan largos que permiten al espectador echar una siestecita, cosa que agradece.
Resultado: aburrimiento a destajo, que es el peaje en bostezos con que se paga el itinerario de la busca de la originalidad por la originalidad, esa manía de querer alcanzar la modernidad volviendo del revés lo antiguo, que no siempre es lo viejo. En realidad el moderno Jarmusch es mucho más viejo que el antiguo Mitchum, que incluso en esta mediocre película sigue perseguido por su inconfundible sombra, iluminada por una gran música de Neil Young.
Y de esta mala manera, ayer terminó, triste y en blanco y negro, el concurso de Cannes 95. Esta noche se darán a conocer los premios y premiados de las películas en competición.
Babelia
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