_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La recuperación visible

Joaquín Estefanía

Los últimos tiempos de Bush en la presidencia incubaron la recuperación económica en Estados Unidos, pero fue Clinton quien atesoró sus efectos electorales y quien la está administrando. A la luz de los últimos sondeos parece legítimo hacer una analogía en España: la recuperación se consolida, pero serán los próximos gobernantes quienes la protagonicen.En efecto, la coyuntura está cambiando a marchas forzadas; casi todos los indicadores expresan mejoras sustanciales. A principios de año, cuando se atisbaban los primeros signos de un cambio de tendencia en el ciclo, se habló de una recuperación invisible, puesto que, a pesar de que variaban los síntomas macroeconómicos, éstos no llegaban a la población. El crecimiento, entonces, no bastaba para crear empleo y disminuir la tasa de paro; el consumo estaba paralizado y los ciudadanos no apreciaban una subida del poder adquisitivo. La OCIDE decía en su informe: "La recuperación en España no se reflejará en la disminución del paro".

Cinco meses después, la recuperación es explícita, o por seguir con la misma calificación, es una recuperación visible. Así lo demuestra el asentamiento del proceso de crecimiento, la reducción consecutiva de la tasa de paro o los datos de la Encuesta de Población Activa (creación de empleo de unas mil personas al día), el incremento de la inversión o el dinamismo de las exportaciones, el aumento de la cartera de pedidos, el índice de clima industrial, etcétera. El consumo también ha crecido, aunque a un módico porcentaje del 2%, lo que se puede explicar como que, habiendo disminuido el acongojamiento de los asalariados, todavía persiste un grado de desconfianza como consecuencia del endeudamiento de las familias en los años más duros de la crisis, pero también como reflejo de la inseguridad psicológica derivada del poco dinamismo y de la creciente precarización del mercado laboral.

Las previsiones de primavera de la Comisión Europea consolidan esta tendencia: la expansión económica es "sana y sostenible", y se prolongará al menos este año y el próximo a un ritmo del 3% anual. Ello permitirá la creación de tres millones de puestos de trabajo en la UE en el bienio 1995-1996; España figurará en el grupo de cabeza de creación de empleo, pese a lo cual seguirá siendo el farolillo rojo del desempleo global.

La Comisión hace sus cuentas: a pesar de esos tres millones de puestos de trabajo como en el periodo en cuestión entrarán en el mercado 1,4 millones de jóvenes, el paro -que hoy afecta a 16,5 millones de personas- sólo se verá disminuido realmente en 1,6 millones. Es decir, que únicamente con crecimiento no se eliminará el paro estructural, por lo que hay que instrumentar políticas activas de empleo.

Entre ellas está la reducción de la jornada laboral y el reparto del trabajo. Esta fórmula ha dejado de ser tabú cuando en las elecciones francesas ambos candidatos la han contemplado, o cuando el Gobierno, la patronal y los sindicatos alemanes la han estudiado dentro de un pacto para reducir el paro de larga duración. Ya no es sólo cosa de los sindicalistas (que, por cierto, también la han examinado en la última reunión de la Confederación Europea de Sindicatos).

La gran hipoteca de esta recuperación es el crecimiento de la inflación, que amenaza la duración de la fase expansiva. El IPC cuestiona seriamente la capacidad de la economía española de compatibilizar crecimiento y estabilidad. A partir de este punto hay que hablar de reformas estructurales y no meramente de una coyuntura floreciente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_