La arena de la discordia
La dureza del ruedo ha provocado caídas en la primera semana de feria
Miguel Rodríguez, en la primera corrida de feria, clavó las banderillas y, en la huida, cayó ante la cara del toro, que le pasó por encima. No fue un percance casual; al día siguiente, dos peones también cayeron, y al otro, y al otro... El que no caía de culo, tropezaba cuando el toro le perseguía o resbalaba cuando le iba a citar. El ruedo era una trampa."Nada más salir me di cuenta de que el suelo estaba muy duro en algunas zonas", recuerda Miguel Rodríguez. "En el 8 no, porque como ahí es donde más se lidia, la arena se remueve y el piso estaba blando, pero hacia el 6 y el 1, era como asfalto. ¡Cómo estaría que pasaba el toro y en vez de levantar tierra levantaba terrones!. Cuando me apretó en banderillas y salí corriendo resbalé, porque al faltar la capilla de arena no pude apoyar y es que llevaba zapatillas con tacos".
El percance provocó que Miguel Rodríguez estuviera inseguro toda la tarde: "Sabiendo que en cualquier momento puedes resbalar, estás más pendiente de no caer que del toro. Jamás, y he hecho unos cuantos paseíllos en Las Ventas, me he encontrado el ruedo tan peligroso. Si hay que aplazar una corrida para arreglar el ruedo, que se aplace. Es absurdo esperar a que ocurra una desgracia para tomar medidas".
Curro Toledano, de la cuadrilla de Luguillano, se cayó delante del toro y dos días después agradecía que sólo tuviera que permanecer en la cama a causa del esguince de rodilla que se produjo: "Si el toro se arranca, me revienta. Pisé un hoyo, me fui para atrás y quedé a su merced".
Toledano no entiende cómo el ruedo podía estar bien en abril y, un mes después, dice que fatal: "Se han ido los dos dedos que había de arena y ha quedado un suelo duro, a excepción del 8, pero ahí hay agujeros de 10 centímetros. Es como si toda la tierra la hubieran llevado hacia donde pican, para que el toro se agarre más y no se caiga. Pero los que nos caemos somos nosotros".
Antonio Alfonso, banderillero de Chamaco, se pegó un susto de muerte cuando al dar el zapatazo para que se arrancara el toro se le fue el pie como si hubiera pisado hielo: "Es que el ruedo, de la raya de picadores para afuera, está durísimo. ¡Cómo iba a pensar yo que con zapatillas de tacos que llevaba me iba a resbalar! Eso no me ha pasado ni en las peores plazas".
Ángel Pérez, el conserje de la plaza, ante las protestas de los toreros, decidió tomar medidas el jueves por la mañana. Enganchó el rastrillo al tractor y se puso a remover toda la arena para ablandar el ruedo.
El Jaro, peón de confianza de Ortega Cano, que había acudido al sorteo, se encontró la tierra arada y se dirigió, alarmado, con los brazos en alto, hacia Ángel, que llevaba una hora dando vueltas con el tractor.
"¿Pero qué hace usted? ¿A quien ha pedido permiso para levantar toda la arena?", le recriminó El Jaro. "Oiga, ¡llevo aquí 17 años y se muy bien lo que tengo que hacer!", contestó Ángel. El Jaro le hizo bajar del tractor, le cogió del brazo y le llevó hasta los agujeros que hay en el 8. "¿Y esto qué? ¿Qué pretende, poner más blando el ruedo?"
Ángel le explicó que nada tenían que ver los agujeros, que se producen porque ahí es donde se pica, con la dureza del resto de la plaza, que las tormentas de primeros de mes arrastraron la capa de arena a los sumideros -hay 40 pegados a la barrera y tienen el diámetro de un brazo- y que de lo que se trataba era de sacar la tierra más profunda para crear una capa arriba.
Al Jaro no le convencieron las explicaciones: "¿Duro el ruedo? Quien diga eso es un subnormal". "Unos dicen que está duro, otros que blando ¿y quién tiene razón?"
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