El Gobierno mexicano y los zapatistas alcanzan un principio de acuerdo
El Gobierno mexicano y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el grupo guerrillero alzado en armas el 1 de enero de 1994 en el Estado de Chiapas, alcanzaron en la madrugada del domingo un principio de acuerdo para fijar las bases de la distensión militar en el Estado sureño. No obstante, este precario consenso sólo permite salvar un tortuoso proceso de paz que se desarrolla en San Andrés Larraínzar.
Lo acordado por las partes beligerantes se reduce a una reubicación de los rebeldes con sus armas en siete puntos aún sin definir de sendos corredores so bre los que el Ejército. mexicano mantendrá su vigilancia. Por su parte, las Fuerzas. Armadas abandonarían la localidad de Guadalupe Tepeyac, antiguo bastión zapatista y de otras comunidades para situarse en poblados cercanos a los mismos. Los insurgentes, liderados por el subcomandante Marcos ausente en esta ronda negociadora, se comprometen a garantizar la seguridad en esta zona y a aplicar los acuerdos que surjan del diálogo de paz. En cualquier caso, el acuerdo se interpreta como una prueba sobre la verdadera capacidad de los rebeldes para controlar la aplicación de estas medidas. Pero la endeblez de lo acordado, tras un tenso diálogo que, según fuentes de la delegación gubernamental, "estuvo al borde de la ruptura por lo alejado de las posiciones de partida", se manifiesta también en la dificultad que tendrá la pro puesta de distensión para que sea aprobada definitivamente por el EZLN. La guerrilla consulta siempre con sus bases la firma de cualquier acuerdo con el Ejecutivo, lo que ya originó la suspensión provisional de la primera ronda de conversaciones en abril pasado.
Sin límites
La proposición del Gobierno dice textualmente que las retiradas parciales del Ejército "no puede interpretarse como, un límite a los desplazamientos o maniobras del Ejército en los -corredores", algo que no contribuirá a proporcionar tranquilidad a los habitantes de numerosas localidades que huyeron a la selva Lacandona cuando las Fuerzas Armadas iniciaron una ofensiva en febrero para capturar a la cúpula zapatísta.
La delegación del Gobierno, encabezada por Marco Antonio Bernal, un negociador que tuvo vínculos con movimientos guerrilleros en los años setenta, se ha quejado amargamente de la "falta de capacidad de los representantes rebeldes para adoptar y firmar los acuerdos en la mesa de diálogó". "El EZLN alega que el Gobierno no comprende el reloj indígena", dijo uno de los comandantes presentes e n San Andrés.
La desconfianza entre los beligerantes es notoria. Aun aceptando llevar la proposición a las comunidades indígenas para su eventual aprobación, el lenguaje de los representantes del EZLN deja escaso margen de esperanza para que el proceso de paz se acelere. "Intentan confundirnos. Quieren engañarnos con palabras. El Gobierno no negocia con seriedad", afirmó el comandante
Tojolabal Tacho. A pesar de este mínimo acuerdo, el escepticismo sobre el desarrollo de las conversaciones. iniciadas el, pasado fin de semana es un sentimiento generalizado.
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