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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Traductores

Todos conocen el adagio según el cual toda traducción conlleva sui generis una traición. Sin embargo, no deberíamos lanzar la primera piedra a todos aquellos que han abierto la brecha en este campo, puesto que, cada día, nosotros mismos nos cotejamos a lo que podríamos llamar problemas de traductividad cultural cotidiana, que implica infaliblemente una pérdida de la legibilidad del símbolo al mismo tiempo que éste no es vivido interiormente.Por eso, el investigador procura ser a un mismo tiempo fiel traductor -que no traditore- del pensamiento del autor y quienes logran aprehenderlo se internan en la soledad de su obra como quien la escribe pertenece al riesgo de esa misma soledad. Deberíamos hacer un homenaje a los exégetas, filósofos, viajeros, personalidades científicas, humanistas (Martínez Montávez, Cantera Ortiz de Urbina) o investigadores desconocidos, quienes, gracias a su esfuerzo y generosidad, dan a conocer otras culturas y otras memorias de infancia, y que tienden la mano a todas esas lenguas que han deseado acoger esas palabras y esas imágenes.

Traducir es el sentimiento de un vago placer en la disolución del ser, en esa violenta separación entre dos lenguas: la materna 3, la extranjera. Traducir es muerte y deseo por aproximarse al Otro, deseo del Otro para, en él, a través de él o bien contra él, reencontrarse uno mismo. Y en ese paso (qantara) de una lengua a otra, se llega a tocar el cuerpo del otro. Entonces, entre el escritor y el traductor va a existir una ínfima distancia, la distancia de un roce, de una caricia, la misma que se establece entre la almohada y el almohadón, entre la luz y el vaso de cristal.

El traductor, el investigador, en general, no solamente Etace el gran esfuerzo de extraer la red, intentando no dejar en el fondo al pez, sino que logra que ciertas escamas y un sutil perfume de algas permanezca en la malla. Los árabes tienen una hermosa palabra para hablar de "ese esfuerzo de interrogación, de ahondamiento constante y de planteamiento: Al Ijtihâd!". Ésa deberá ser, en tal caso, nuestra esperanza: abrir modestamente la "Puerta Al ]jtihád", en ese campo escogido por tantos traductores o en el por mí escogido, es decir, la literatura magrebí de lengua francesa-

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