Victoria y aprendizaje
Fiel, pero desdichado. Así reza en español el mote heráldico bajo las armas del duque de Marlborough -nuestro Mambrú, para entendernos- De esa estirpe guerrera llegó hasta nosotros sir Winston S. Churchill, quien, en busca de un parecido honroso con los suyos, encabezó sus memorias con una moraleja de este tenor: "En la derrota, altivez. En la guerra, resolución. En la victoria, magnanimidad. En la paz, buena voluntad". Su recuerdo viene al hilo de estos días de muy solemnes conmemoraciones. En toda Europa se cumplen 50 años de la victoria sobre ese nazismo que aquí, durante el régimen de Franco, mereció grandes complacencias medio insepultas durante décadas y que después han sido diligentemente incineradas para evitar rastros incómodos.Cancelados los odios, comprobado que aquellos gobiernos de Franco se desinteresaron de la suerte de los miles de españoles internados en los campos de exterminio, asombra volver con ánimo estudioso la vista a las hemerotecas. Así, la reproducción en el último suplemento dominical de EL PAÍS de las primeras páginas de los diarios de la época -Informaciones, Arriba, Ya, Abc, El Alcázar permite comprobar la ausencia absoluta de la palabra "victoria" que servía por contraste a los diarios de todas las capitales europeas para titular sus primeras páginas el 8 de mayo de 1945.
A los lectores españoles se les sirvió otro menú con dos alternativas. De un lado, las versiones fabricadas por Informaciones y por Ya acotaban que "La guerra en Europa ha terminado". Y se abstenían de precisar con qué resultado o en favor de quién. De otro, acercándose un poco más al toro de los hechos -lo cortés no quita lo excombatiente-, Arriba, y El Alcázar coincidían al señalar que "Alemania acepta la rendición incondicional". Un analista de textos habría destacado enseguida la abierta contradicción entre el verbo "aceptar" y el adjetivo "incondicional", pero aquellos tiempos no estaban para semejantes ensayos. En cuanto a Abc, dejaba un pequeño resquicio a la esperanza con el siguiente titular: "Ha sido firmada la rendición de todas las fuerzas alemanas, pero las de Checoslovaquia continúan la lucha contra los rusos y sublevados".
Es cierto que en los tres diarios -Arriba, El Alcázar y Abc- Alemania, o las fuerzas alemanas, se rendía, pero se abandonaba a la libre y fértil imaginación de los lectores la deducción de ante quién se habían rendido y, por supuesto, de los nazis ni rastro ni mención alguna en tan extremo trance. Eso sí, todos los diarios españoles, "los de la rendición de Alemania" y "los de la guerra de Europa ha terminado", hablaban unánimes, de acuerdo con la consigna del día, del "Caudillo de la neutralidad". Una neutralidad tan bien gestionada que consiguió excluir a España del afrentoso bando de los vencidos, inmediatamente ayudados con la desbordante generosidad del plan Marshall, y ocupar con orgullo solitario el meritorio bando de los que "aún quedaban por vencer". Por ahí le vino al Vigía de Occidente la retirada de embajadores y la prórroga de las penurias de la posguerra, donde la represión, el hambre y los sueños imperiales -montañas nevadas, banderas al viento- se alternaban para brindar efectos anestésicos a la población hasta que Laureano se puso a la tarea.
Ahora, en Europa, empujada por estas efemérides cincuentenarias, la ancianidad más honorable, la que aquí se utiliza o se vapulea como si pudiera ser reducida a la condición de voto cautivo socialista, ha vuelto desde las pantallas de la TV a las más sagradas catedrales, a las más ilustres avenidas, a los parques más amados para lucir sus condecoraciones de excombatientes y recibir el tributo social de los más jóvenes. Así se hacen los países, con el reconocimiento a quienes cumplieron los más duros deberes. Pero aquí, como ya escribió Francisco Silvela (véase El Tiempo del 16 de agosto de 1898), se prefiere "prodigar recompensas para que se deduzcan de ellas heroísmos". Si al menos, como señalaba ayer el profesor Álvarez Junco, cundiera la buena administración de los desastres y se proscribieran los nocivos entusiasmos, habríamos aprendido para el 29 de mayo una decisiva lección histórica.
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