Morros de Piedra

¿Hasta cuándo -ioh, Señor!- el público español ha de seguir padeciendo precisamente por eso, por no ser anglosajón? ¿Creen los ingleses que somos idiotas? ¿Lo somos? Dos semanas llevaban agotadas las entradas para ver a la última superbanda. Lástima es que ésta no exista como tal, más que en su actitud de desplante. El cuarteto de Manchester que convirtió en dioses a sus componentes con un solo disco y que concitó la atención internacional con el segundo seis años después, apenas parece la sombra de una sombra.Con un humor exagerado y unos focos dirigidos al público que impedían casi toda la visión, las rosas de piedra se mostraron marchitas, apagadas, con resaca. Su cantante parece desconocer lo que es afinar o cantar las canciones en el mismo tono en el que fueron grabadas. Los estereotipos se repetían una y otra vez y el culto de los seguidores no dio lugar a trance de comunicación alguno. Nada de nada. Cincuenta y cinco minutos, ¡sin bises! Al final, claro, el público les gritó lo que suelen chillar los hinchas de fútbol en los estadios. lan Brown y compañía nos robaron el partido.