Un año en Interior
EL PRIMER aniversario del ministro Belloch al frente del Ministerio de Interior ha coincidido con su comparecencia en el Congreso para informar sobre el caso Lasa-Zabala. La identificación de los restos de los miembros de ETA secuestrados en octubre de 1983 en Bayona (Francia) ha sido una más de las bombas retardadas que le ha tocado desactivar al sucesor de Barrionuevo, Corcuera y Asunción en la dirección de ese departamento.Ha sido este caso, pero podría haber sido otro de los muchos que tiene entre manos. La concentración de dos ministerios en su persona se justificó políticamente por la importancia de la tarea que le había sido encomendada. Tras el estallido del caso Roldán y su rocambolesca fuga, el escándalo de los fondos reservados, los enjuagues del ex gobernador del Banco de España y tantos otros casos de corrupción, sólo alguien con todos los resortes de la investigación y de la colaboración con la justicia en sus manos podía llevar a buen término la limpieza de toda la podredumbre acumulada en años en importantes instituciones, sobre todo en Interior. Belloch era además, uno de los pocos políticos en activo con crédito personal suficiente para abordar esa tarea con un mínimo de credibilidad; su condición de independiente -luego relativizada por él mismo al aceptar participar en actos electorales del PSOE- era de entrada un aval en su favor, dada la incapacidad de los sucesivos Gobiernos socialistas para detectar y combatir con eficacia esas lacras que se le encomendaba sanar.
Un año ha sido un plazo insuficiente para desenredar las varias madejas del caso Interior. Y mucho menos para culminar el "razonable ajuste de cuentas con el inmediato pasado" a que se comprometió en lo referente a la corrupción política y la guerra sucia. Belloch ha conseguido. algún éxito importante, como la captura de Roldán y su puesta a disposición judicial. Aunque haya dejado, por torpeza, Jirones de su credibilidad en la confusa presentación de tal operación.
Pero sobre todo ha iniciado la renovación de la cúpula policial, y especialmente la relacionada con la lucha antiterrorista. Algunos de los problemas de este Gobierno derivan de los efectos de esta difícil renovación y depuración. Ha existido la voluntad de romper con comportamientos y hábitos que están en el origen de los GAL y de la utilización incontrolada de los fondos reservados. Pero el descubrimiento de esos policías organizados en una trama para espiar y desacreditar al juez Baltasar Garzón prueba que los peores hábitos perviven. La novedad es que su destitución ha sido inmediata.
La renovación de la cúpula antiterrorista ha afectado seguramente a la eficacia de esa lucha. Han sido muchos los factores que han hecho que así fuera. Pero la principal responsabilidad es la de quienes dieron confianza a gentes como Amedo o Roldán, y no de quien ahora intenta acabar con los comportamientos que esos nombres simbolizan. Algo que no siempre recuerdan algunos socialistas que ven efectos electorales negativos en la persecución de los desmanes y no en la comisión de los mismos.
Esta labor es el elemento más importante en el haber del ministro Belloch y de su equipo al año de hacerse cargo de la doble responsabilidad de Justicia e Interior. Y es la que, en definitiva, puede garantizar que el caso Lasa-Zabala no quede impune y se castigue a los culpables, "sean quienes sean", como ayer prometió Belloch. Es lógico que la oposición dude de que el mismo Gobierno que durante años no hizo nada por descubrir a los asesinos de Lasa y Zabala vaya a hacerlo ahora. Belloch avala su voluntad de llegar hasta el final y adelanta, en contra de algunas inverosímiles hipótesis, que los GAL siguen siendo el principal sospechoso. Belloch está obligado a garantizar que no habrá más ocultaciones o tergiversaciones al respecto. Incluso si esta rama de los GAL es distinta a la investigada hasta ahora. Esa será, la prueba decisiva de que Belloch sigue siendo el que fue.
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