Canales Rivera impresiona

Puerto / Ortés, Canales, Uceda

Novillos de Puerto de San Lorenzo, bien presentados en general; los tres últimos de enorme trapío. 3º manejable, 4º y 5º mansos y peligrosos. Resto, inválidos.

Regino Ortés: pinchazo y descabello (ovación); pinchazo y estocada desprendida (silencio). Canales Rivera, de Barbate (Cádiz), nuevo en esta plaza: tres pinchazos sin soltar, estocada y tres descabellos (gran ovación y saludos); estocada -aviso- y tres descabellos (ovación). Uceda Leal: estocada -aviso- y 10 descabellos (silencio); media, estocada, descabello -aviso- y descabello (silencio).

Plaza de Las Ventas, 30 de abril. 2a novillada de la miniferia de la Comunidad. Casi lleno.

El debú en la cátedra venteña de Canales Rivera, meteorito desprendido de la saga Rivera / Paquirri, constituyó un llamativo suceso a la antigua usanza, que causó auténtica impresión. Hecho un jabato, con bizarra entrega de quien aspira a comerse el mundo, algo perdido en buen número de sus compañeros de escalafón, incapaces de arriesgar un alamar, derrochó ríos de testosterona y se la jugó de verdad de la buena mientras el dogal de la angustia oprimía al cotarro.Ni los más viejos del lugar recuerdan ya a un novillero que se vaya a portagayola a recibir a su oponente, y que después le sorprenda con más largas de hinojos en el tercio. Pero este segundo bicho, inválido como primero y sexto, algo que vio todo el público a excepción de quien más obligación tenía -léase el presidente Torrente, denostador así de los sagrados derechos de la afición-, se limitó después a defenderse, llegando a alcanzar una vez, sin herir, a su matador.

A pesar de ello, Canales le echó quietud y valor extrayéndole ortodoxos muletazos. Con el áspero morlacón quinto, que jamás humilló, volvió a jugársela. En esta ocasión apostando por el valor seco, racional y sereno a base de cruzarse al pitón contrario y sin perder los papeles.

Arrollado

Además, espoleó a Ortés, que fue arrollado de forma tremebunda al comenzar su faena con un farol en reclinatorio por el galafate facineroso cuarto, que a partir de ese momento desarrolló sentido. Ni se miró el coletudo al levantarse con su cuerpo quebrantado pero milagrosamente indemne y siguió aguantando tarascadas de un marrajo que iba a la caza y captura. Al inválido primero le muleteó con pespuntes de arte, entre caída y caída del burel, mostrando el buen corte torero de su profesor y amigo Bernadó.

A Uceda Leal le habrían calificado los cronistas antiguos como de cuello frío, por su gélido exceso de academicismo. También pespunteó relámpagos de arte sueltos entre excesos de grisura con el manejable tercero. Al invalidísimo sexto, tras acariciarlo con suaves y magníficas verónicas, le aplicó bello toreo de salón los escasos segundos que se le mantuvo en pie. Destacar a su subalterno Iluminado Menes, que hizo de San Joselito Calderón con arriesgados quites evitando percances a sus compañeros en banderillas.