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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un genio del piano

Arcadi Volodos

Juventudes Musicales de Madrid/ Escuela Reina Soria. Obras de Schubert, Prokofiev, Chaikovski, Rachmaninof y Mendelssohn. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de abril.

Retengamos este nombre: Arcadi Volodos. Se trata de un pianista de San Petersburgo, de 22 anos de edad, estudiante hoy en la Escuela Superior de Música Reina Sofía con Dimitri Bashkirov después de haberse formado en Moscú con Galina Eguiazarova y pasar por París, en donde trabajó con Jacques Rouvier y ganó en 1993 el primer premio de la Fundación Cziffra.Aplaudido ya en Nueva York, Colmar, Niza, París, Antip y Santander, Volodos inauguró anteayer el ciclo de Juventudes Musicales dedicado a Los Nuevos Solistas y se trata, ni más ni menos, que de un genio. Cuando inició su actuación con la Sonata en sol mayor (D. 894) de Schubert, bastaron los dos primeros compases para alertar nuestro espíritu a la vez que nos preguntábamos: ¿Es posible esto y a esta edad?

Arcadi Volodos desafió todos los problemas de la acústica en una sala de cámara de la que su arquitecto, García de Paredes, decía con razón que no estaba pensada para el gran piano de cola. Pero el sorprendente sanpetersburgués creó un sonido denso y muelle cuya impresionante intensidad no está reñida con la más pura calidad musical.

Toca con larga serenidad, respira de manera magistral, acentúa sin exageración pero de modo muy preciso y hace poesía, arte grande, definitivo y trascendente.

Suma de secretos

Estas gloriosas sonatas schubertianas de la década de 1820, última en la vida breve del compositor, tienen su clave en el primer gran movimiento; el resto parecen matizaciones, puntos de vista, suma de secretos y temperamentos derivados del movimiento base en el que se concentra lo arquitectural-narrativo y lo profundamente lírico. Tras ese molto moderato e cantabile, el juicio estaba decidido: ha nacido un genio del piano. Fue, en verdad, una experiencia inolvidable.

En la segunda parte, Volodos se entregó al virtuosismo de alto vuelo sin dejar nunca de imponer las razones de su pura y sensible inteligencia musical.

Tres piezas transcritas por Prokofiev de su ballet La Cenicienta; una formidable traslación del scherzo de la Patética de Chaikovski vertida al piano por el gran pedagogo ruso Samuel Feinberg (1890-1962); canciones de Rachmaninov tratadas por Cziffra y, en fin, la conjunción de Mendelssohn y el virtuosismo de Liszt y Horowitz en la Marcha Nupcial del Sueño de una noche de verano; a lo que se añadió otra excelente transcripción de El vuelo del moscardón. Todo ello fue tocado de manera impresionante, pero en el hondón de nuestra alma sobrenadaba la belleza sin mácula de la sonata de Franz Schubert.

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