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LA LITERATURA Y EL COMPROMISO

"No se puede olvidar, pero se puede y se debe perdonar"

El 11 de abril de 1987, just9 42 años después de la liberación del campo de concentración de Buchenwald, Jorge Semprún estaba en su casa de París trabajando en el borrador de Netchaiev ha muerto. Ese mismo día, Primo Levi, un ex deportado de Auschwitz, se suicidó tirándose por el hueco de la escalera de su casa de Turín. "Fue un impacto muy fuerte. Me obligó a revivir, a pensar de nuevo en mi experiencia de los años 45 y 46". La muerte de Levi fue el impulso definitivo que motivó a Jorge Semprún a escribir La escritura o la vida (Tusquets), un libro quede alguna manera le perseguía desde que fue el preso número 44.904 en el campo de concentración de Buchenwald, en Weimar, pero al que no pudo enfrentarse durante más de 40 años.Levi y Semprún siguieron caminos diferentes. El italiano empezó a escribir Si esto es un hombre, sobre su experiencia en Auschwitz, en octubre de 1945. Semprún quiso hacerlo pero no pudo. "Tuve la convicción de que si seguía escribiendo acabaría suicidándome". Y optó por la vida. Durante casi 16 años -vivió "en la beatitud obnubilada del olvido" hasta que, en 1963, publicó El largo viaje, en el que ya aborda la experiencia en un campo de concentración, que luego continuó en Aquel domingo y que ahora culmina de una manera espléndida en La escritura o la vida, libro del que ya se han vendido casi 200.000 ejemplares en Francia.

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"Primo Levi había resucitado, entre comillas, escribiendo, pero cuando, parecía que había conseguido apaciguar la memoria, ganarla a través de libros bellísimos, le alcanzó la muerte". La idea de la muerte, del suicidio parece siempre presente en los ex deportados. Semprún no escapa a ella. "Está siempre ahí, pero yo tengo el recurso de que voy haciendo que se suiciden personajes de mis libros, como para exorcizar la idea".

Semprún cita en su libro unas palabras de André Malraux, que parecen resumir La escritura o la vida. Malraux, en una reflexión sobre la muerte, se plantea la búsqueda de "la región crucial del alma donde el Mal absoluto se opone a la fraternidad". "Literariamente es una frase bellísima y para mí expresa exactamente lo importante de la experiencia en un campo. No hace falta haber estado en un campo de concentración para saber que el hombre es capaz de todo, pero en esas circunstancias dramáticas, la lección es aún mayor: el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor, un mismo hombre puede pasar alternativamente de lo uno a lo otro".

En uno de los pasajes más impresionantes del libro, Semprún cuenta cómo, con un compañero de la Resistencia, mató por la espalda a un soldado alemán para apoderarse de su metralleta y de la motocicleta en que iba. Ya tenían apuntadas las Smith and Wesson cuando Semprún le oyó cantar en alemán La paloma. Vaciló, bajó el arma. Toda su infancia española se le agolpó en la memoria. Luego, dispararon. "Es el tema de los fines y los medios. Sabes perfectamente que, en algunos momentos, es justo hacer cosas totalmente injustas y saber también que, fuera de ese contexto" estás cometiendo un crimen. Tienes que ser consciente de que estás cometiendo un crimen".

-Usted tenía entonces 19 años, ¿tuvo esa sensación de estar cometiendo un crimen?

-Sí, la tuve, porque el soldado se puso a cantar La paloma. Si hubiera cantado un himno nazi no habría tenido esa sensación, pero cantó La paloma en alemán... y de repente ya no es el enemigo a quien tienes la obligación de destruir porque vas a cogerle una metralleta y una motocicleta. Se convierte en tu semejante. Vuelve la fraternidad.

-¿Se enfrentaría de nuevo a una situación semejante?

-Haría todo lo posible por evitarlo. Literariamente volveré a ese tema. Cuando vuelves a escribir vuelve la memoria y también la angustia. Hay un doble proceso. El escribir, por un lado, te apacigua la memoria, pero al mismo tiempo la reactiva. No sé cómo explicarlo. Ahora tengo más cosas que contar que antes de haber escrito los tres libros sobre Buchenwald.

Los tres libros, el regreso a Buchenwald en 1992, el importante Premio de la Paz que se le ha otorgado en Alemania, la reciente conmemoración del 500 aniversario de la liberación del campo... parecen haber reconciliado a Semprún con ese pasado que le ha marcado para siempre. "Lo ha hecho culminar, pero yo nunca he tenido odio o rencor contra Alemania. El otro día, en el Teatro Nacional de Weimar, en la celebración del aniversario, habló un rabino de Israel. También estuvo en Buchenwald. Tenía ocho años cuando liberaron el campo. Hizo un discurso muy emotivo, muy fuerte, que, hizo llorar a los alemanes. Terminó diciendo: 'No he venido aquí para perdonar. No tengo mandato de los muertos para perdonar'. Yo no pienso lo mismo. Es muy difícil hablar. El exterminio del pueblo judío es tan singular, tan monstruoso, que es muy difícil decir 'ustedes se equivocan al pensar esto'. Yo digo que no se puede olvidar pero que se puede y se debe perdonar".

Las relaciones de Semprún con Alemania son "muy relajadas". "Cómo no van a serlo si la mayor parte de los elementos de mi cultura antifascista son alemanes. ¿Dónde he aprendido yo a ser antifascista, a ser antinazi? En Marx y en otros autores alemanes".

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