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FERIA DE SEVILLA

Cogida grave de José Luis Parada

Cebada /Parada, Cepeda, Pareja

Toros de José Cebada Gago (5º, sobrero, en sustitución de un inválido), con trapío y encastados; 4º bravo, 5º inválido y pastueño.

José Luis Parada: estocada corta trasera contraria y descabello (silencio); estocada atravesadísima que asoma y descabello (oreja); herido grave, pasó a la enfermería.

Fernando Cepeda: tres pinchazos, estocada trasera y dos descabellos (silencio); estocada honda trasera (vuelta). Martín Pareja Obregón: estocada baja atravesada aguantando, rueda de peones, descabello -primer aviso con retraso-, cinco pinchazos, dos descabellos -segundo aviso- y cuatro descabellos (silencio); pinchazo, estocada trasera baja y rueda de peones (silencio).

Plaza de la Maestranza, 17 de abril. 2, corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

, El cuarto toro alcanzó a José Luis Parada en las postrimerías de la faena de muleta y le derrotó con tanta violencia, que de poco lo saca de la plaza. El batacazo fue mayúsculo y al incorporarse se le pudo apreciar buen boquete en la parte posterior de un muslo, del que manaba sangre en abundancia. Las cuadrillas intentaron llevarlo a la enfermería, pero se zafó de todos, y con una serenidad pasmosa, trasteó breve, montó el estoque, entró a matar. El espadazo quedó horrible, esa es la verdad, mas la hombrada había impresionado al público, que pidió la oreja con pasión.

Si fue justo o injusto el premio teniendo en cuenta la tarea realizada y si se hubiera solicitado la oreja en el caso de no producirse la cogida, sería una discusión propia de eruditos a la violeta, después de los tensos momentos vividos. También es propio de la fiesta que un gesto valga una oreja, incluso en la Maestranza sevillana, coso histórico donde los haya. Lo cual no debe ocultar, sin embargo, que José Luis Parada muleteó muy por debajo de la encastada nobleza del toro y le dio una lidia desastrosa. 0 quizá sería más propio decir que no lo lidió en absoluto.

No lidiar un toro, sobre todo si ese toro es bravo, constituye un delito de lesa tauromaquia, con mayor responsabilidad si el inhibido lidiador une a sus funciones la de director de lidia. Tras perder terreno con el capote, perdió los papeles, y la acorazada de picar se hizo dueña de la situación. Varazo va y viene, algunos de ellos propinados en los medios y si en tablas acorralando al toro para que no tuviera posibilidad de escapatoria, apuntando siempre al espinazo trasero o al puro riñón, el primer tercio se convirtió en una indignante carnicería.

Tocaron a banderillas y les correspondió ahora a los banderilleros armar el mitin. Juan de Triana tiraba los palos a la barriga, Alcalareño al suelo y huía despavorido. En una de esas el toro le persiguió hasta el burladero y el peón se creyó a salvo. Ahora bien, el toro no estaba por la labor. "Cogerte, no te cogeré" mugió , pero de esta no te libras". Y escarbando furioso, le tiró encima un carretón de arena.

Llegó el tercio de muerte y, ante la general sorpresa, José Luis Parada planteó quieto y seguro la faena. Estaba claro que había apreciado la encastada nobleza del toro; sólo que sus cites eran siempre con la muleta retrasada, el pico por delante y le salían medios pases. Varias tandas de derechazos y una de naturales dio así, volvió a los derechazos, y ya parecía concluída su labor cuando se cruzó en la querencia del toro. Entiéndase: la querencia de un toro bravo, que es hacia los terrenos de fuera. Perseguido unos metros, aquel le alcanzó y lo lanzó por los aires como un pelele. Vino después la emocionante manifestación de entereza y torería de José Luis Parada, y sus inhibiciones y carencias quedaron condónmadas en aquel preciso instante, con todos los pronunciamientos favorables.

La corrida pudo haber lucido más, de aliviarse menos los toreros. Ninguno lidió según es debido, ninguno ejecutó el toreo hondo, excepto Fernando Cepeda en el sobrero, que resultó ser un inválido, de boyantía excepcional. Martín Pareja Obregón, sin sitio -lo que es perfectamente lógico, con lo poco que torea- se dejó ir sin torear (casi, incluso sin matar) un excelente tercer toro y tampoco encontró lucimiento con el aplomado sexto. Cepeda ensayó algunos buenos lances a la verónica, estuvo dubitativo en el segundo y al quinto le cuajó tres tandas en redondo de largura y temple irreprochables, aunque no acertó a redondear la faena. La afición se enfrió un poco. A la afición, en realidad, le dolía en su fuero interno que todos hubieran lidiado tan mal una encastada corrida de toros.

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