Occidente y Argelia
Suscribiría con gusto un manifiesto, como el que preconiza don Juan Pablo Ortega en su carta a este diario publicada el 26 de marzo. Pero siento vergüenza, una Vergüenza profunda y larga. Desde la comodidad de Occidente tendría que reconocer antes nuestra responsabilidad en los dramáticos y terribles crímenes que se ceban sobre inocentes en Argelia. Desde a comodidad de personas que tenemos el inmenso privilegio de la abundancia en un mundo de escasez, tendremos que ser capaces de interpretar tales crímenes como una consecuencia de la desesperación, raíz del fanatismo, que crece en la miseria, y postración de poblaciones secularmente sometidas al depredador "orden mundial" impuesto por Occidente. Vergüenza que me impide postular, sin más, la "libertad de enseñanza" o su laicismo, frutos imposibles en sociedades que buscan un natural refugio encastillándose parte de ese Occidente que pretende exportar al mundo la democracia y la libertad sin proporcionar al tiempo la prosperidad económica sobre la que aquéllas descansan.-
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