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Pleno respaldo de la Iglesia al cardenal acusado de pedófilo Groer, reelegido presidente de la Conferencia Episcopal de Austria

Los obispos de Austria desafiaron las acusaciones de pedofilia y la indignación pública contra el cardenal arzobispo de Viena Hans Hermann Groer y lo reeligieron ayer como presidente de la Conferencia Episcopal. Por la noche, como es tradición al iniciar una jornada de sesiones de lo s obispos, Groer y sus colegas fueron a cenar al palacio de la nunciatura invitados por el embajador del Vaticano, Donato Squicciarini. Sin embargo, el gesto de solidaridad de los obispos difícilmente restablecerá la pérdida de reputación que ha sufrido la jerarquía eclesiástica en el país.

Los obispos no revelaron cuáles fueron las recomendaciones del Vaticano para superar la crisis de credibilidad que afecta a la Iglesia en Austria. Pero Squicciarini se había expresado con anterioridad a favor de Groer. "No existen razones para una dimisión", dijo, "y en reconocimiento por sus buenas acciones se le podría prolongar en el cargo". Fuentes cercanas a la Iglesia aseguraban ayer que haberlo cesado de la presidencia de la Conferencia Episcopal habría sido el equivalente "al fin del mundo".Líderes de partidos políticos y organizaciones juveniles católicas exigieron a Groer que abandonaran el cargo y, según una encuesta publicada hoy en el periódico Der Standard, un 74% de los austriacos opinan que el arzobispo debe dar explicaciones.

Desde que se iniciaron las denuncias de presuntos abusos sexuales perpetrados por Groer en el internado católico de Hollabrunn a nueve de sus ex discípulos, los obispos actuaron en bloque defendiendo a su superior. Mientras las víctimas daban testimonio detallado de las prácticas del religioso que les enseñaba bajo la ducha a "limpiarse el pene para evitar infecciones", el cardenal calló y se encerró en el palacio del arzobispado.

Fue ayer, cuando se quebró la muralla de silencio erigida por la jerarquía eclesiástica. El obispo Helmut Krätzl y monseñor Helmut Schuller, presidente de Cáritas-Austria reconocieron la gravedad de las acusaciones e instaron a Groer a que respondiera. Krätzl cambió radicalmente su postura inicial de apoyo al cardenal y en declaraciones a la publicación católica Furche dice: "Con cada intento de omisión, se acerca más a la sospecha. Quien está en la luz pública debe aceptar críticas. Incluso la crítica malintencionada puede encontrar finalmente algo de verdad".

El obispo se refirió a la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos: "La autoridad de la Iglesia ya no viene de un mandato de Dios, sino de la fuerza de sus argumentos (...) Hay que estar dispuestos a corregir y a aceptar errores del pasado".

Monseñor Helmut Schuller, que fue discípulo de Groer en el internado de Hollabrunn, donde ocurrieron presuntamente los abusos sexuales, criticó ayer abiertamente al arzobispo. "Yo no tuve experiencia de ese tipo", advirtió, "pero hay que tomar en serio las acusaciones, reaccionar rápido y con eficacia". La "inseguridad" creada por el escándalo Groer "no le hace bien a él ni a la Iglesia y espero que los obispos encuentren el camino para aclararlo", terminó Schuller.

Josef Hartmann, de 37 años, ex discípulo de Groer, que se atrevió a confesar públicamente que fue víctima de los abusos sexuales del cardenal durante cuatro años, cuando sólo era un niño, causó una reacción impredecible. Después de su testimonio otros ocho ex discípulos de Groer y un sacerdote benedictino aseguraron haber tenido experiencias similares. Groer, como si viviera en otro mundo, con una sonrisa y vistiendo una sotana de color rojo, entró apresuradamente ayer en la catedral de San Esteban para asistir a una misa acompañado de un policía civil. El cardenal, que hizo señas a unos pocos incondicionales seguidores congregados a la entrada del recinto religioso, sólo ha hecho una breve declaración en los 13 días de escándalo. Fue en la misa del domingo pasado: "El pecado debe ser juzgado, pero no el pecador".

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