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1.000 cartas sobre el pintor

El seguro y el transporte de la exposición han costado 60 millones

Amelia Castilla

"No, ahí no. Sube a Geneviève con una manzana hasta igualarla con La boa negra". Tomás Llorens, conservador jefe de la Fundación Thyssen, impartía el viernes las últimas instrucciones sobre la colocación de los 54 cuadros que componen la exposición dedicada a André Derain. Faltaban las carátulas y la iluminación de la obra para concluir un proceso que se inició hace un año, cuando la directora del Museo de Arte Moderno de la Villa de París llamó por teléfono al despacho de Llorens: "Quería que le prestáramos El puente de Waterloo, una obra de Derain que pertenece a la colección Thyssen, para exponerla en la antológica que han realizado en la capital francesa", recuerda Llorens, quien aprovechó aquella llamada para hacer el primer contacto. El puente de Waterloo viajaría a París, pero volvería a casa con otros cuadros del inventor del fauvismo.Ése fue el principio. Llorens, que antes fue director del Reina Sofía y del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), firmaría después más de 1.000 cartas dirigidas a los distintos propietarios de las obras y se faxearía casi a diario con la directora del museo francés. No todo fueron facilidades. Geneviève Derain, sobrina del pintor, contestó afirmativamente en el acto y la respuesta de la viuda de Pierre Matisse también fue positiva, pero el Museo de la Orangerie, entre otros, no quiso ceder ninguna de sus obras.

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Concha Vela, conservadora del Museo Thyssen, y Ubaldo Sedano, restaurador, han realizado varios viajes a París. Ambos supervisaban el viernes, rodeados de clavos, taladros y goma espuma, la instalación de los cuadros.

Sólo en seguros y en el transporte de los cuadros el museo ha invertido 60 millones de pesetas. Ubaldo Sedano estaba en París la tarde que comenzaron a descolgarse, y, junto al restaurador del Museo de Arte Moderno de esa ciudad, realizó un informe completo del estado de cada obra. "Se realiza una fotografía en la que se marcan todas las peculiaridades. La operación se repite cuando la colección llega a su destino para verificar que las obras no han sufrido daños", dice Llorens.

Una fase crucial del montaje es la empaquetación: cada cuadro va envuelto en un papel especial y es transportado en una caja hecha a la medida de la obra y el marco, que resista el impacto y que sea aislante en cuanto a la transmisión de temperatura y de vibraciones. La exposición Derain viajó desde París por carretera, en contenedores especiales. "Si es posible, para los traslados huimos del avión. Primero, porque el aterrizaje y el despegue son fatales para la seguridad de las obras, y, segundo, porque hay que trasladarlas, casi siempre, en aviones de carga", dice Llorens. Con las obras viaja el correo, nombre que recibe la persona que supervisa el transporte por parte del museo desde el principio hasta el final.

Dos cuadros, La danza y La caza, se convirtieron, desde el principio, en la pesadilla del equipo por su tamaño. La caza, una vez embalada, pesaba más de 400 kilos, y La edad de oro (la caza) (274 por 479 centímetros) no entraba por por la puerta. Concha Vera recuerda que, antes de la llegada de estas dos obras, se hicieron dos simulacros de traslado, uno con cartón y otro con madera. "La caza no entró en el primer simulacro. Fue uno de nuestros instaladores el que, tras darle muchas vueltas, encontró la manera de introducir la obra en la sala". La prueba con madera resultó, ya sólo quedaba esperar que llegaran los cuadros.

El 24 de marzo, alrededor de las 17.00 horas, un enorme contenedor paraba la circulación en el número 8 del madrileño paseo del Prado. La policía ya había sido avisada. Sin la ayuda de grúas, porque los conservadores de la Thyssen prefieren que se haga de forma manual, El puerto de Coffloure y el Retrato de Matisse entraban en las bodegas del museo. Llorens, que se encontraba en Gerona impartiendo un curso de arte del siglo XX, regresó a Madrid para presenciar la operación.

Una vez cerrada al público la pinacoteca, La caza y La danza, las últimas en salir del camión, fueron transportadas hasta la entrada del museo y allí quedaron hasta la mañana siguiente, que se colgaron. Correos enviados por el Museo de Arte Moderno (Nueva York), el Pompidou, la Tate Gallery o el Museo Ludwig asistieron a la operación para verificar el estado en que se encontraban las obras de su propiedad.

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