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Clinton se compromete personalmente en Haití a consolidar la democracia del país caribeño

Antonio Caño

Los haitianos vencieron el miedo a la violencia y decidieron sacar por un momento fuerzas de la miseria que les abruma para recibir ayer a Bill Clinton como un profeta de la esperanza. En el día en que Estados Unidos cedió formalmente a la ONU el control de la seguridad de Haití, el presidente norteamericano prometió que el Gobierno de Washington no abandonará ahora a esta democracia incipiente y se comprometió personalmente a trabajar por el levantamiento de esta nación caribeña en ruinas.

Bill Clinton cayó en Puerto, Príncipe literalmente del cielo, a bordo de un helicóptero que lo dejó en el jardín mismo del palacio presidencial, y así, como un regalo enviado por la providencia, lo vio llegar el pueblo haitiano.Las extremas medidas de seguridad que acompañaron los movimientos de Clinton durante sus 11 horas de visita a la capital haitiana, fueron el testimonio más claro de hasta qué punto el sistema democrático de este país y la propia supervivencia del presidente Jean-Bertrand Aristide están cogidos por los hilos. Prometer la democracia en estas condiciones es como prometer la curación del cáncer. No imposible, pero todavía remota. Con el hecho mismo de esta visita, la primera de un presidente norteamericano desde que Franklin Roosevelt vino en 1934 para culminar 19 años de ocupación militar estadounidense, Bill Clinton asumió un considerable riesgo personal y político.

"Estaremos a vuestro lado mientras tratáis de atajar los desafíos que tenéis por delante", aseguró Clinton a la multitud reunida bajo un sol feroz ante el tropical palacio blanco que ha sido testigo de tantos otros frustrados intentos de democratización. Ese mismo lugar fue escenario también de las negociaciones entre Jimmy Carter y el general Raoul Cédras, que permitieron el regreso de Aristide el pasado mes de octubre tras la toma de Haití por 20.000 soldados norteamericanos.

Este nuevo intento dirigido por el presidente que fue cura izquierdista y ahora un estrecho aliado de Washington, puede ser la última oportunidad de democracia en Haití por mucho tiempo. La ventaja de Aristide en este momento, como dejó claro Clinton, es que esta vez el prestigio del presidente norteamericano y de la comunidad internacional están en juego con él. "Haití tiene hoy más amigos que nunca", dijo.

Bill Clinton pidió paciencia tres veces a lo largo de su discurso, vigilado por tiradores apostados en las torres del palacio y por tanquetas y tropas distribuidas por toda la ciudad. El presidente norteamericano sabía que se dirigía a una audiencia desesperada y hambrienta que no ha comprobado todavía los beneficios del sistema democrático.

"La democracia", les dijo, no corre naturalmente como los ríos, la prosperidad no mana de la tierra, la justicia no florece de la noche a la mañana. Para conseguir todo eso, hay que trabajar duro, hay que tener paciencia, hay que avanzar unidos con tolerancia, apertura de mente y cooperación".

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Para quienes no entendieran eso probablemente la mayoría, a juzgar por los comentarios entre la gente: "¡Clinton, no hay comida!", decían-, el presidente anunció ayuda de su país para construir carreteras, así como la próxima llegada de voluntarios del Cuerpo de Paz de Estados Unidos para plantar árboles. Las carreteras fueron recibidas con vítores. Los árboles, con sonrisas.

Relevo de tropas

Tras su reunión con el presidente Aristide, a quien insistió en la necesidad de que controle a sus propios seguidores para que no se produzcan acciones de venganza y revanchismo Contra los partidarios de los antiguos dirigentes militares, Clinton participó junto al secretario general de la ONU, Butros Butros-Gali, en el acto de transferencia del mando de las tropas.

Algunos miembros de los cascos azules, desarmados y más bien con cara de sorpresa, participaron simbólicamente ayer en las labores de vigilancia en Puerto Príncipe, pero resultó claro desde un principio que seguirán siendo los 2.400 norteamericanos, ahora integrantes de las fuerzas de la ONU, los que tendrán la responsabilidad principal. Los otros 3.600, entre los que Bangladesh y Pakistán son los que más hombres aportan, servirán probablemente para que Washington puedar compartir culpas con alguien si las cosas salen mal.

El jefe de esa fuerza de paz, el general norteamericano Joseph Kinzer, reconoció ayer que se van a presentar en los próximos meses "desafíos a la estabilidad de Haití, pero consideró que los hombres a sus órdenes serán suficientes para vencer la amenaza de los grupos paramilitares".

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