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Crítica:CINE 'NI UN PELO DE TONTO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Película enana con un gigante dentro

Ni un pelo de tonto es una película menor, bonita, a veces tristona, pero entretenida, sencilla, realizada con eficacia. Se mueve en tono deudor de la novela, pues incurre en matices con regusto literario; y posee encanto en la composición amable de los tipos que la trenzan. Se pasa bien viéndola.Es un relato coral, en el que la cámara sigue los itinerarios de una decena de individuos comunes y corrientes, vecinos de un pueblecito atlántico de EE UU, cuyo centro de gravedad, alrededor del que sus vidas giran sin percatarse de ello, es la presencia de un sujeto sin un pelo de tonto, un tipo endiabladamente libre e inteligente, escurridizo e irónico, pero con rincones tiernos y patéticos pudorosamente guardados detrás de su máscara de cínico liante: especie de chapucero profesional, arreglador de los entuertos caseros de sus vecinos, mientras su vida y su casa hacen aguas; y que, con 70 años, es dueño de esa peculiar capacidad de seducción que alcanzan algunos hombres viejos con arterias en buena forma.

Ni un pelo de tonto

Dirección: Robert Benton. Guión: Benton, según la novela de R. Russo. EE UU, 1994. Intérpretes: Paul Newman, Melanie Griffith, Jessica Tandy, Bruce Willis. Madrid: Multicines, Palacio de la Música, Benlliure, Novedades, Aluche, Vaguada y, en V. O., Renoir.

No hace falta aclarar que la descripción del tipo le viene a Paul Newman como una alcaparra a una anchoa: una sal se añade a otra sal y de la añadidura entre, personaje e intérprete sale un trabajo tan suculento y equilibrado, tan ágil y creíble, que parece más que perfecto: insuperable. Esto se pone de manifiesto en la escena donde el viejo escuálido Newinan le levanta la chica -una Melanie Griffith renacida y guapa donde las haya- al maduro cachas Bruce Willis; y no es que el espectador se lo crea, sino que deduce una evidencia impepinable, uno de esos huevecitos de Colón -"!pues claro!- que pone de pie la vida diaria; y similar, aunque con mucho menor riesgo formal, a la tremenda escena de Candilejas en que el anciano Chaplin le birla, sin quererlo ni darse cuenta, la novia a su elegante hijo Sydney.

Lo dicho: película pequeña con gigante dentro. El alarde de economía expresiva que hace Newman deja en pañales a sus oponentes al Oscar -se lo den o no-, pues lo que consigue moviendo un dedo es más, por ejemplo, que lo que da Tom Hanks en su aparatoso maratón gestual de Forrest Gump. Todas las miradas van a Newman, pese a estar rodeado de un magnífico reparto, en el que vemos la última aparición de la inmensa Jessica Tandy. No es poco para tan poca cosa.

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