Embalses
El artículo del domingo 5 de marzo sobre la recuperación de pueblos abandonados pone de manifiesto que hay gente dispuesta a volver al campo y llenar con los gritos de los niños unas calles donde, hasta hace bien poco, sólo había silencio. Creo que estas experiencias deben ser apoyadas en todo lo posible, porque son una alternativa al imparable despoblamiento rural.Por ello quiero manifestar también la desolación que produce ver que estas experiencias se pueden ir al traste por decisiones tomadas en lejanos despachos de algún ministerio empeñado en llenarlos últimos valles bien conservados de este país de pantanos. Y es que el viejo fantasma de los embalses vuelve a cernirse sobre la naturaleza de nuestro país. Sólo la foto de los niños de Lakabe, en Navarra, debiera ser una razón suficiente para que no se construyera el pantano de Itoiz. Lakabe quedaría aislado por las aguas de ese pantano, que inundará otros nueve pueblos. Y a los niños de Lakabe se les hiela la sonrisa cada vez que las explosiones de la cantera les recuerdan que para el ministro Borrell "el tema de Itoiz está cerrado". Ellos no saben quién es Borrell.
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