La muerte va a la escuela
Un 'comando' islamista sacó a Fatima Ghodbane, de 15 años de edad, del colegio de Ued Yer para degollarla en la calle
La muerte ha dejado paso al miedo en Ued Yer. El,pasado domingo, un comando integrista venido desde las montañas irrumpió en la escuela de este pueblo, escogió entre todos los alumnos a una joven de 15 años y la degolló «en la calle. Es la muerte. Ayer, las patrullas con vehículos blindados de la Gendarmería se paseaban por una población desierta, mientras mujeres y niños espiaban el paso de las fuerzas de segúridad, a través de las rendijas de sus ventanas. Es el miedo."No es la primera vez que irrumpen en el pueblo. Lo . han venido haciendo con asiduidad en los últimos meses. Pero hasta ahora nadie se había atrevido a denunciarlos. Es el temor a las represalias", se lamentaba un vecino, apoyado en la barra de formica de un pequeño cafetín, semidesierto, situado al pie de la carretera nacional 4, que une Argel con Orán, pasando por el kilómetro 80, un lugar desconocido, hasta ayer; Ued Yer.
Este cafetín, con las puertas abiertas, es un observatorio privilegiado. Desde su interior, con las puertas abiertas, se puede otear con facilidad el conjunto del pueblo, el desvío hacia la carretera local, los huertos cercanos, la estación del ferrocarril y la vía de un tren asaltado más de un docena de veces. Es el expreso a Orán.
Este mismo cafetín, con las puertas cerradas, es un confeso nário. Allí , se pueden escuchar los rumores y los lamentos de un pueblo de poco más de 1.500 habitantes, que se define como 11un'callejón sin salida" 0 "un conjunto de miserias y de ca sas". Aquí, según afirman algu nos vecinos, sólo se puedén ha cer dos cosas: "Trabajar en la tierra o irse al maquis". En cualquier caso, la muerte. En una de las, puntas de tanta de sesperanza, la que mira al oeste, se encuentra la escuela. Era la única salida, hasta que llegaron del bosque los integristas.
La vida de la escuela *Mohamed Lazhar, en un extremo de Ued Yer, se interrumpió el pasado día 12 de marzo poco después de las ocho de la mañana. Los alumnos estaban sentados ya en sus pupitres. Empezaba un día de lluvia y otra jornada de clase. Todo quedó suspendido dé un hiló: el del pánico. Habían abierto la puerta y penetrado en el aula. A rostro descubierto. Eran seis personas. Caminaban con gesto decidido. Apuntando a las niñas con sus escopetas de caza de cañones recortados. La machuka. La escogieron a ella.
Fátima Godhbane fue sacada de la clase llorando. Sus compañeras y la maestra irrumpieron en un lamento histérico. Hubo incluso algunos desmayos. Los hombres que quedaron de vigilancia dentro del aula, continuaban apuntando con sus escopetas. Luego hubo un largo silencio, Para iniciarie después una carrera precipitada. Salieron en un vehículo marca Fiat.' Aseguran que se perdieron por la pista de tierra que conduce hacia las montañas. Otros afirman, sin embargo, que se fueron por la carretera hasta El Afrun.
El cuerpo de Fátima quedó extendido en el suelo. De bruces. Tenía aún atadas en la espalda, con alambres, sus manos. La cabeza torcida hacia la izquierda mostraba una enorme herida. La sangre manchaba su vestido y su h¡yab o pañuelo islámico blanco. Había sido degollada. La herida era limpia. Diríase que la había hecho un carnicero, que conocía muy bien su oficio. Se convirtió así Fátima en la primera mujer-niña degollada por la violencia integrista. Las otras 140 mujeres muertas en este último año han sido asesinadas a tiros.
"Fátima apenas tenía 15 años. Perdió a su madre hace cinco. Ella era quien se ocupaba de las cosas de la casa y de su padre y de su hermano, un minusválido. Sus otras seis hermanas están ya casadas. Estudiaba en la escuela, pero cada miércoles venía a mi domicilio, a pasar el fin de semana", explica un guarda comunal de un pueblo cercano, cuñado de la muchacha, único representante de la autoridad en este pueblo.
El cuerpo de Fátima fue trasladado el mismo día de su asesinato al depósito de cadáveres de El Afrun, reposando sobre la misma mesa en la que una semana atrás yacieron los restos de los hermanos Yacin y Jaled Kermi, vecinos también de Ued Yer, que fueron descuartizados por un comando integrista por negarse a ir al maquis. "Diríase que eran los restos de una muñeca", comentó horrorizado un tercer hermano, el menor, que se salvó de la matanza.
Ayer, mientras media docena de vehículos blindados de la Gendarmería patrullaban por las calles de Ued Yer, los vecinos se preguntaban angustiados las razones de tanta violencia. Dudaban en justificar estos asesinatos con el penúltimo comunicado del Grupo Islámico Armado, que ordena matar a los familiares de las fuerzas de seguridad,o con lafahtwa, dictada el pasado mes de septiembre, que trata de imponer el orden islámico en las escuelas. ¿O es una respuesta a las movilizaciones feministas?.
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