Ágapes
No han arreglado gran cosa, pero han comido muy bien. De hecho, lo más notable de la cumbre de Copenhague han sido las imágenes que la televisión nos ha ido sirviendo, con los distintos mandatarios sentados en los ágapes de rigor. Era una gloria ver a Walesa engullendo: es de los que se aferran al tenedor con toda la manaza y lo utilizan moviendo el brazo tipo pala, como si excavaran, como si el tenedor les estuviera abriendo camino en la ardua tarea de seguir alimentándose por el bien de Polonia. Otra cosa era Kohl, que parece llevar dentro parte del stock de cereales que ACNUR destina a los refugiados. Kohl traga mientras revisa papeles, sin mirar la comida, con esa seguridad prinier-. mundista que debe de dar tener el estómago tan fuerte como el marco y una digestión a prueba de muros.Al lado, o mejor dicho, enfrente de Kohl, sentadito ante la mesa de un restaurante italiano, Felipe González parecía un pardillo, un novicio que estaba esperando a que el gran padre echara la bendición para atacar los entremeses. Tanta arrogancia en casa y, fíjense, en cuanto pasa a climas gélidos se nos queda en nada.
A Fidel no le vi comer, pero el paseíto en traje de civil y barba bíblica tuvo su gracia, aunque su alusión al ejemplo chino ponía los pelos de punta: quiere decir que piensa vivir lo mismo que Deng Xiaoping.
No han arreglado nada, pero han comido bien, y eso es, al fin y al cabo, para lo que se convocan las cumbres, o como dicen los castizos, reunión de pastores, oveja muerta. Las pacientes ovejas del subdesarrollo están ya, como quien dice, agónicas. Para rematarlas bastará con seguir comiendo y mirar hacia otro lado. Al compromiso necesario no se llegó en Copenhague, pero ni falta que hacía con lo rico que estaba el salmón.
A ver si, dentro de dos años, sepuede celebrar el asunto en París, nos ponemos ciegos de foie.
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