Tenerife prueba un invernadero de agua de mar

Lechugas, judías verdes, zanahorias, pimientos, espinacas, tomates y 34 especies de árboles crecen bien en un invernadero de agua salada en la isla de Tenerife. Su construcción es una prueba de que los países áridos y con mar pueden cultivar sus propias frutas y vegetales frescos. El invernadero, financiado en un 50% por la UE, funciona desde finales del pasado año y aprovecha la energía del sol, el viento y el agua del mar para regar sus plantas."Estas parecen estar contentas", dice Philips Davies, de Light Works, compañía inglesa responsable del proyecto. "Hay quien decía que se iba a depositar mucha sal y que dañaría los cultivos, pero esto no ha ocurrido, y aunque hay sal cerca no se ha depositado en las plantas".
Este invernadero prototipo toma prestados elementos de la arquitectura islámica tradicional: sistemas que recogen el viento, paredes de agua y paredes perforadas que actúan como un sistema de aire acondionado pasivo. Y un doble tejado protege a las plantas del calor abrasador exterior, al tiempo que deja pasar las longitudes de onda de la luz que las plantas necesitan para la fotosíntesis.
Evaporación
El proceso básicamente consiste en que el viento hace que una corriente continua de aire pase por la pared principal, que está agujereada y por la que corre agua del mar. La evaporación de este agua, que se trae desde la orilla con bombas de aire, se utiliza para enfriar el interior del invernadero, que tiene una temperatura entre 20 y 22 grados centígrados. La electricidad de las bombas viene de molinos de viento cercanos.
"Al estar el aire más húmedo y fresco que en el exterior, las plantas gastan menos agua por transpiración y necesitan menos riego", explica Davies. Antes de salir del invernadero, que tiene 400 metros cuadrados, el aire pasa por otra pared donde coge más humedad y por un conjunto de tubos de aluminio que llevan agua marina. Por condensación, sobre estos tubos se deposita agua dulce, que se recoge en depósitos, desde donde se bombea a un sistema convencional de riego (manguera o aspersores).
La calidad del agua desalinizada es muy buena, según Davies. "El agua de la región tiene una salinidad (conductividad) de 16.000 microSiemens, y la que nosotros producimos es200 veces más pura. Está tan libre de sal que puede utilizarse en las baterías de los coches", asegura otro ingeniero de la compañía. La plantación incluye un área de producción intensiva de vegetales de ensalada, un semillero de árboles (con especies como la Grevillea robusta, Zizyphus mauritania, Acacia tortolis o la tamarix) y un jardín de plantas endémicas tolerantes a la sal para la restauración costera.
Actualmente, dos personas de la compañía trabajan en el invernadero, donde un ordenador con sensores mide continuamente la temperatura, la humedad y otros parámetros de interés. "Tenemos que presentar un informe científico a la UE, en el que habrá que indicar, entre otras cosas, cuántas plantas se han cultivado y cuánto han aguantado", dice Davies. El coste del proyecto es de unos 160 millones de pesetas.
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