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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una buena noticia

LA DETENCIÓN del ex director general de la Guardia Civil, el prófugo Luis Roldán, 300 días después de su fuga, es una excelente noticia. Porque alguien que se creyó impune será sometido a la justicia, y porque con ello se fortalece la credibilidad del sistema democrático puesta en cuestión por una de las más increíbles peripecias de nuestra historia reciente.Ver al máximo jefe del principal cuerpo policial de España convertido en un prófugo acusado de robar miles de millones de pesetas hizo retroceder los límites de lo inverosímil más allá de cualquier frontera imaginable. Por eso, con la captura de Roldán no sólo se elimina uno de los más graves factores de inestabilidad social y política de los varios que agobian a este país, sino que se da respuesta a una incógnita que se había convertido en la prueba de fuego de la sinceridad del empeño del Gobierno en acabar con la corrupción que anidó durante años en el corazón mismo del Estado. La apuesta que supuso la renovación -de personal y de pautas de comportamiento- del Ministerio del Interior, en buena medida pendiente desde los inicios de la transición, necesitaba el aval de la captura de Roldán. Sólo los partidarios de mantener indefinidamente abiertos los problemas, a fin de alimentar la inestabilidad en la que se desenvuelven como pez en el agua, lamentarán la reaparición de Luis Roldán y su entrega a la justicia.

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Luis Roldán capturado en Laos

Durante los 10 meses transcurridos desde su insólita fuga no han faltado, voces que han pontificado sobre la imposibilidad de que Luis Roldán, esa bomba viviente llena de secretos, apareciera con vida. Es verdad que el ex director general es una bomba, pero se equivocaron esos augures. A la espera de conocer los detalles de la captura, sí se puede dar por seguro que la misma no se habría producido de no existir la firme voluntad de capturarlo, cualesquiera que fueran las intenciones del prófugo. Éste no se había reprimido a la hora de esparcir amenazas de tirar de la manta e implicar a altas autoridades del Gobierno. Luis Roldán tendrá ocasión ahora de concretar las bravatas que deslizó ante los periodistas que lo entrevistaban poco después de huir de España. Pero ahora tendrá que hacerlo ante la juez.

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