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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prosigue el diálogo

LOS GOBIERNOS británico e irlandés dieron a conocer ayer el documento-marco que servirá de base para las negociaciones que deben proseguir entre los partidos del Ulster y los Gobiernos de Londres y Dublín con el fin de desembocar en un nuevo estatuto para la administración- de Irlanda del Norte. El proceso que se trata de poner en marcha tiene envergadura histórica: superar los efectos de la división política de la isla que siguió a la independencia de la República de Irlanda, en los años veinte. De ahí la extremada prudencia con que todas las partes se comportan para evitar a la vez pasos irreversibles y bloqueos que pongan en peligro la paz que ha hecho posible la negociación. De ahí también la estrategia del paso a paso en que parecen estar de acuerdo Londres y Dublín.Ahora existen condiciones más favorables que en el pasado para intentar un acuerdo gradual. El factor esencial es el alto el fuego, decretado primero por el IRA, al que se sumaron luego los unionistas. Ese alto el fuego se ha mantenido ya seis meses. El panorama del Ulster ha cambiado; han desaparecido la sangre y los entierros. Se vive un clima de paz, algo que tiene para la población un valor en sí mismo, al margen de opciones políticas o adscripciones comunitarias. Nadie quiere volver al pasado.

El documento-marco establece la creación de un órgano conjunto Norte-Sur, que tendrá poderes "ejecutivos, armonizadores y consultivos" en una serie de materias. De momento, éstas serán bastante limitadas: turismo, carreteras, ciertos aspectos de la agricultura y de la educación. Sin embargo, podrán ser ampliadas por acuerdo entre la Asamblea de Irlanda del Norte (cuya composición se fijará en futuras conversaciones) y el Parlamento de Dublín. A ese órgano Norte-Sur corresponderá en el momento apropiado la disposición de los acuerdos con la Unión Europea.

Por otra parte, el documento aborda el tema tan complejo de los cambios constitucionales que deberán ser introducidos tanto por el Reino Unido como por Irlanda. La Constitución de ésta pide la devolución del Ulster a su soberanía. La británica considera a Irlanda del Norte como parte de su territorio. El acuerdo establece que nada se hará sin consultar a la población de Irlanda del Norte. Pero ello se plantea desde la voluntad de establecer' el máximo de lazos de cooperación entre las dos Irlandas. El objetivo implícito es que los vínculos sean un día tan intensos que nadie tema la unificación de la isla.

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Para el primer ministro británico, John Major, enfrentado a una fuerte oposición en el seno de su propio partido por los temas relativos a la Unión Europea, la apuesta que está haciendo para entrar en la historia como el pacificador del Ulster es, sin duda, muy importante. Pero no la ha ganado todavía. La filtración en Londres de partes del acuerdo -que sólo ayer fue publicado oficialmente- dio lugar a una reacción airada de los dos partidos unionistas, el moderado de Molyneaux y el del reverendo Paisley. Ambos han interpretado el documento como un abandono por parte del Reino Unido. Con la particularidad de que esos partidos tienen diputados en, Westminster que podrían, en un momento determinado, provocar la caída de un Major cuya mayoría es extraordinariamente frágil. Sin embargo, el factor que más pude contribuir a que los unionistas revisen su actitud negativa y renuncien a sabotear las ulteriores negociaciones, es el peligro de aislamiento: en el Reino Unido, el electorado conservador ha, perdido interés por el tema irlandés y apoya cualquier solución que garantice la paz. Y en el Ulster mismo, los seis meses de alto el fuego han creado un clima muy favorable a todo cuanto contribuya a alejar la violencia.

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