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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La regla del juego

¿Quién controla al gran controlador? ¿Quién es capaz de fijar con claridad y limpieza los límites reales de la actuación televisiva? ¿Una comisión senatorial cuyo presidente recuerda"entre sonrisas y chistes privados, su última partida de golf con el posible máximo inculpado que su comisión está interrogando? ¿Una comisión de investigación encargada de velar por el cumplimiento estricto de las condiciones de concesión de licencias de emisión televisiva, cuyos miembros, absolutamente permeables a las grandes palabras, se identifican con el buen nombre de uno de sus investigados, no con el delito que el propio individuo les está confesando? ¿El beneficio a cualquier precio es realmente la única regla del juego a respetar en una democracia capitalista?Preguntas como éstas, y muchas más, son las que pretende suscitar este cuarto largometraje dirigido por Robert Refford, sin lugar a dudas el mejor de los suyos.

El dilema

Quiz show. Dirección: Robert Redford. Guión: Paul Attanasio, según una obra de Richard N. Goodwin.Fotografía: Michael Ballhaus. Música: Mark Isham. Producción: Robert Refford, Michael Jacobs, Julian Krainin y Michael Nozik, EE UU, 1994. Intérpretes: John Turturro, Ralph Fiennes, Rob Morrow, Paul Scofield, Mira Sorvino. Estreno en Madrid: Ideal Multicines (V. O.), Vaguada, Palacio de la Música, Tívoli, Novedades, Cartago, Aluche Multicines El Torreón, Multicines Pozuelo, California.

Preguntas en primera instancia en pasado, toda vez que lo que El dilema saca a la luz es una anécdota real que, ocurrida en 1957, en los primeros tiempos de la exitosa nueva maravilla, la TV, provocó una honda conmoción de la sociedad estadounidense de la época, todavía impresionada por el clima de escisión civil levantado por el maccarthysino. Una anécdota, todo hay que decirlo, que resulta incluso banal si se la compara con los grandes casos de espionaje y corrupción política que vendrían luego, tanto en EE UU como en medio mundo, pero perfectamente ilustrativa del trasfondo moral que, Redford así lo cree, resulta circunstancial a todo sistema que haga del beneficio su única meta. Y por lo tanto, transcribibles a términos actuales.

El dilema se presenta ante su espectador con todas las virtudes del viejo y siempre funcional filme de procedimiento judicial, versión abogado investigador brillante, y también con algunos de sus defectos. Entre las primeras, el mantenimiento continuo de la atención del respetable por obra y gracia de un guión que, firmado por Paul Attanasio -el de Acoso-, transmite toda la tensión de una investigación criminal cuyos responsables últimos tendrán su merecido... o así parece. O una impecable presentación de los hechos, con motivaciones más o menos plausibles en cada uno de los personajes.

Trama con morbo

O, en fin, una trama con todos los morbosos ingredientes que también tenía, para el ciudadano americano de 1957, el caso 21, el que el filme ilustra un joven con un memorión impresionante, pero acomplejado por su origen racial judío y por su propia historia de perdedor; un brillante y joven profesor de Columbia, hijo de un venerable docente y poeta de familia más allá de toda sospecha; los todopoderosos y moralmente despreciables ejecutivos de la NBC, la cadena televisiva que se vio envuelta en el asunto, con sus intereses económicos, su mezquindad moral, su falta de escrúpulos.

Sus virtudes son, pues, muchas, y están bien ensambladas hasta producir un filme insólitamente crítico en sus conclusiones, que acaba en una catarsis de la- que nadie sale bien librado, ni siquiera el investigador cuyas memorias del caso sirven de base para el filme. Pero incide también El dilema en algunos de los defectos del cine hollywoodense comprometido, el más evidente de los cuales sigue siendo la reiteración un tanto machacona de un punto de vista apriorístico.

A pesar de esto, el filme resulta siempre entretenido, y los interrogantes sobre los que obliga al espectador a posicionarse resultan perfectamente extrapolables a nuestra realidad: es éste, pues, el mayor logro de un filme hecho con la loable intención de hacer pensar. No abundan: de ahí que resulte cuando menos simpático y recomendable.

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