La antibasura
Últimamente se discute mucho, y acaloradamente, en todos los foros económicos, sociales y administrativos sobre el tratamiento que debe darse a los residuos sólidos urbanos (RSU). Son pocos los días en los que no hay una mención en los medios de comunicación sobre estos temas. Lo que antes se daba por hecho, algo que no preocupaba al ciudadano, ni siquiera al político, es hoy en día un gravísimo problema que enfrenta a las administraciones locales con las asociaciones de vecinos y grupos ecologistas.Hace poco veíamos cómo salía a la calle un barrio de Vigo para oponerse a la construcción de una planta de transferencia de basuras. Mientras tanto, aquí, en Madrid, la creciente oposición a la planta incineradora de residuos sólidos urbanos de Valdemingómez mantiene en jaque al Ayuntamiento de la capital del Estado. Mientras éste defiende a capa y espada la planta incineradora, deshaciéndose en calificativos poco generosos hacia sus oponentes, la Plataforma Anti-Incineradora, formada, entre otros, por grupos ecologistas y asociaciones de vecinos, está intentando frenar lo que ellos consideran como uno de los mayores atentados ecológicos de los últimos tiempos.
Desde un punto de vista económico, la gestión de las basuras supone un gasto público enorme. En Madrid, varias empresas acaban de librar una ardua batalla para llevarse un contrato multimillonario para la recogida de basura (eufemísticamente hablando, los residuos sólidos urbanos).
La gran pregunta que se debate es: ¿cuál es el método más idóneo de tratar las basuras? Quizá más importante, aunque no se considera tanto, es la de: ¿por qué hay tanta basura? Hoy, la primera está en boca de mucha gente que de la noche a la mañana se ha convertido en experta en el tratamiento de basuras. La segunda es planteada por personas comprometidas con el medio ambiente y algún representante político, más consciente, que se ha quedad6con las famosas tres erres, es decir, reducir, reutilizar y reciclar.
En España, el vertido controlado, o incontrolado por desgracia, es el método más utilizado y más económico de eliminación de los RSU. Mediante el vertedero controlado, la basura se desaprovecha, pero no se destruye; si previamente se composta la materia orgánica (hasta un 50% del contenido), el rechazo no produce ningún efecto nocivo para el medio ambiente y se evita así la emisión de gases de invernadero producto de la fermentación anaeróbica. Luego tenemos las tímidas campañas de reciclaje (los contenedores de vidrio y papel); las insuficientes plantas de compostaje, que tanta utilidad tendrían para proporcionar al erosionado suelo español un enmendador tan eficaz como es el compost; y alguna que otra planta de reciclaje, que a veces enmascara a una incineradora, y que, más que reciclar, prepara el combustible para los hornos crematorios. El problema del reciclaje mecánico es que no es tan eficiente como la separación en origen.
Por último, tenemos a las incomprendidas incineradoras, estandarte de la más alta tecnología en el tratamiento de residuos, que se venden como el método más eficiente dé, recuperar energía. De lo que se olvidan los promotores de la incineración (entre otros, el poderoso lobby de la industria del empaquetado) es de que la materia está ligada a la energía, y que la incineración de esta materia-energía contribuye a Convertir energía disponible en energía no disponible, aumentando de esta forma la entropía de todo el universo, y, por consiguiente, el famoso efecto invernadero. En cuanto a las famosas dioxinas y furanos, los partidarios de la incineración mantienen que, a pesar de que se ha demostrado que producen cáncer en los animales, no se puede demostrar lo mismo para el ser humano (¡ni que la biología animal fuera tan diferente a la nuestra!).
¿Qué se hace entonces con la basura?, se preguntará el ciudadano preocupado. La forma idónea de tratamiento de basuras que propone el autor de este artículo es la antibasura. Este método es hoy por hoy imposible, pero sin duda podría ser la forma habitual de tratamiento de basuras en los siglos venideros. Todos hemos oído hablar de la antimateria (ya ha pasado de la esfera, de la ciencia-ficción a la realidad); cuando una partícula de materia se junta con su homóloga de antimateria, éstas desaparecen por completo, liberando una cantidad de energía descomunal. Un gramo de antihidrógeno e hidrógeno liberarían al desaparecer cada segundo muchísima más energía que la que proporciona una central nuclear. ¿Y un gramo de antibasura y basura?, pues lo mismo.
¿Cómo se podría entonces aprovechar todo este potencial energético? Muy sencillo: mediante una planta transmutadora de basura en antibasura (PTBA), que trate los antirresiduos sólidos urbanos. Una PTBA seT ría algo más sofósticada que una incineradora, costaría más o menos igual, pero generaría mucha más energía eléctrica, y, además, sería mucho menos contaminante. Consistiría en un acelerador lineal para generar las partículas de antibasura; un transmutador para asignar a cada molécula de basura su correspondiente antimolécula; un reactor donde se juntaría la basura con la antibasura; y una caldera para aprovechar el calor desprendido. No harían falta lavadores de gases ni filtros de partículas porque no se emitirían gases contaminantes.
¿Y qué hacemos entonces hasta que se desarrollen estas maravillosas plantas de antibasura? Como dice un refrán castellano: ''No es más limpio el que más quita, sino el que menos pone"; o, dicho de otra manera, la mejor basura es la que no se produce. 0 sea, que hay que reducir la cantidad de residuos en origen, reutilizar todos los envases y productos que se pueda, y, por último, reciclar todos los residuo! que no se pueden reutilizar. El rechazo, que siempre lo habrá, se podrá llevar a los vertederos (que si se hacen bien no suponen un impacto muy grande y no molestan a nadie), y cuando se desarrollen las PTBA, estas minas de basura serán una fuente inagotable de energía barata y poco contaminante. ¿Ciencia-ficción o realidad?
ingeniero químico por la Universidad de San Diego (EE UU), es miembro del Instituto de Estudios Medioambientales y autor del estudio Análisis de riesgos de la incineradora de Valdemingómez, encargado por la federación vecinal.
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