Montesinos destapa sus ángeles en Cibeles
Verino arrasó en una intensa jornada junto a Angel Schlesser y Nacho Ruiz.
Con Montesinos Regaron los ángeles. Ángel Schlesser retrocedió en el tiempo hasta. remontarse a los años cincuenta. Roberto Verino arrasó apoyándose en los valores más raciales y Nacho Ruiz confió en su buena factura. De entre las modelos, la reina de la Pasarela Cibeles fue ayer Elena Barquilla, que fue recibida por el público entre aplausos y piropos. Pero la pantera del paso a través no logró eclipsar a la bailaora Manuela Vargas y al aceitunado Cameron.
El humo que queda tras la traca precedió la entrada de una alada Paola Dominguín. La acompañaba un ángel que por su aspecto parecía expulsado del paraíso: camisa transparente, pectoral en ristre y pantalón rojo de raso. La música ambient que Montesinos se trajo desde Valencia en una cinta ("se acabó el bakaIao", en palabras del modista) acompañó las secuencias de una colección para el próximo invierno marcada por los marabús, los terciopelos y el calzado a lo Mariens, pero en plata rabiosa. Montesinos, como un inquieto maestro de ceremonias, dirigió personalmente el pase y las evoluciones de los modelos. Hubo momentos en que su cabeza y su mano derecha impartiendo órdenes eran visibles desde un ángulo de la boca de la pasarela.
No faltaron los principios regionales de este creador: la falla, la blonda negra y el terciopelo granate. Todo ello aliñado con la inspiración de la inglesa Vivien Westmood y su visión del barroco. Y, como no, no faltó la provocación. Montesinos, una vez más, recurrió a un travestido como musa para su más atrevido modelo: la drag queen lucía pelucón azul eléctrico, botas de plataforma dorada y un tanga de. piel roja de dimensiones minimas.
En el descanso, los pasillos se convierten en un ir y venir de modelos cargadas con botellas de agua, chicos armario haciendo flexiones de brazos, alumnas de la escuela de diseño en el papel de vestidoras, mucho teléfono celular y algún que otro figurinista despistado, como Javier Larrainzar, este año ausente de la pasarela.
Ante todo este revuelo, el contraste lo ponía la discreción de Ángel Schlesser, quien momentos antes de iniciarse el pase de su propuesta confesó que usaba casi "un 80% de tejidos importados", y que ha abandonado definitivamente la ropa masculina por la falta de un respaldo industrial. Luego, en la pasarela se vio una colección basada en las heroínas de los años cincuenta: pantalones amplios y masculinos; faldas tubo por encima de la rodilla; camisas entalladas; jerseis ajustados y cortos en ocres, verdes y marrones. La timidez de este diseñador de 37 años le impidió realizar el clásico paseíllo final. Apenas se asomó a la pasarela y desapareció, "Y ahora la depresión", se fe oyó decir entre chicas desnudas que suspiraban al quitarse los zapatos de alto tacón.
Mal cosidos
A la hora de la siesta, Antonio Pernas estrechó perneras y acortó chaquetas. Este coruñés se apuntó a la sobriedad de los tiempos duros que corren, aunque con fallos ostensibles en la selección de tejidos transparentes que cosen mal.
Con Verino llegó el chic latino. Miami a tope. La subcultura hispanocubana de la calle 8 donde conviven el macarra, el machista y las cimbreantes caderas tropicales tomaron la pasarela. El oro y la plata en los abalorios, el negro y el gris en los tejidos y los zapatos de punta estilete realizados en piel sintética grabada como serpiente dieron cuerpo a una colección que sirvió como experimento del uso de una nueva fibra de origen orgánico: el tercel. La apoteosis llegó con la bailaora Manuela Vargas de negro y oro y con Cameron, que cubría sus dos metros de piel con un abrigo.
Para cerrar la jornada, un Nacho Ruiz asentado ya en la industria insistió en la buena realización y en la calidad de los materiales. Apareció de nuevo el lúrex capaz de dar un aire de futuro que entra de lleno en las intenciones de este diseñador.
Babelia
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