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Los marmolistas de la Almudena se mudan para dejar sitio a pisos nuevos

Antonio Jiménez Barca

Cuatro marmolistas, cuyos viejos talleres se encuentran en medio del plan de remodelación del barrio Bilbao y la avenida de Daroca, tienen ya dónde meterse cuando el Ayuntamiento les expropie el terreno. Cuatro flamantes naves contiguas, situadas en la avenida de Trueba, cercanas a los antiguos emplazamientos y a escasa distancia del cementerio de la Almudena, aguardan la llegada de nichos, mármoles, máquinas, grupos escultóricos y herramientas.

Quedan algunos impedimentos -el agua y la electricidad- para que los marmolistas abandonen unos talleres que se caen de decrépitos y para que el Ayuntamiento disponga del terreno libre para construir viviendas e industrias. En la zona ya han sido desalojadas más de 130 familias que vivían en chabolas.En el caso de los marmolistas no ha sido nada fácil: atrás quedan muchas horas de discusión, de papeleo, y... de cubatas en el bar con el técnico del Ayuntamiento. Hace tres años y medio, los cuatro trabajadores de los talleres funerarios recibieron la notificación de expropiación por parte del municipio.

Pusieron el grito en el cielo. Ellos cuentan que les ofrecieron cinco millones y que se negaron, que después les volvieron a ofrecer siete millones y que se volvieron a negar. Reclamaban un edi ficio para trabajar. Ante la tena cidad de los marmolistas, el Ayuntamiento accedió. El trato final consistió en abandonar sus talleres (y con ellos, el terreno libre) por nuevos emplazamientos. Gratis. En abril del año pasado empezaron las obras. La fecha prevista era el verano del 94.

Con unos meses de retraso, estos artistas del mármol disponen ya de las llaves para su nueva ubicación, a escasos 20 metros de donde están situados sus talleres. Sólo falta que el Canal de Isabel II haga llegar el agua por las tuberías para que los marmolistas se trasladen definitivamente.

Martín Martínez, ingeniero de caminos y responsable del Ayuntamiento de la urbanización de esta zona, cuenta que, si tuviera que empezar otra vez, no lo haría. "En el Ayuntamiento, si esperas a que los abogados gestionen los permisos de expropiación, y como luego hay recursos para allá y para acá, al final no haces nada; es necesario que alguien empuje el carro", añade.Martínez cuenta que se ha pasado centenares de tardes discutiendo a grito pelado con los marmolistas por detalles de la construcción.

Los marmolistas, aunque por detrás hablan bien del técnico, en cuanto se encuentran con él, le gritan: "falta el agua, Martín, y la electricidad".

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Martín Martínez les mira de reojo y les invita al bar, en donde siguen discutiendo con un cubata encima de la barra. "Pero, ¿cómo nos vamos a ir, Martín, si todavía no hay agua?". "Yo como con el Canal de Isabel II esta semana. Si no os vais, el próximo lunes mando a la excavadora. Pon otra ronda, oye", decía el lunes el técnico a los marmolistas (y al camarero).

Las nuevas naves no tienen nada que ver con los talleres Actuales. El de Luis López, edificado sobre viejas vigas de madera, cuenta con un patio trastero lleno de plantas silvestres que hace las veces de almacén, cochera y oficina. "Si no nos llegamos a unir y a reclamar un acuerdo justo, pues nos despachan con siete millones y nos dejan sin trabajo", comenta Rafael Pérez, uno de los marmolistas. Al menos otros dos trabajadores funerarios del barrio, que no han solicitado local, deberán modificar sus emplazamientos -aunque no trasladarse- ante la remodelación de la avenida de Daroca.

"Cada una de vuestras naves vale 40 millones de pesetas", dice, en el bar, Martín Martínez.

"Sí, Martín, pero el electricista dice que hay que poner cables de acero, y los que hay no son de acero", le contesta otro de los marmolistas. "Aquí tenéis el teléfono de un electricista que conozco, y pon otra ronda...".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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