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Por la senda de la recuperación

En el distrito del Congreso se respiraba el ambiente de las grandes ocasiones. Se veían las unidades móviles de Televisión Española y de las cadenas de radio con sus antenas izadas mejor o peor aparcadas en las inmediaciones del palacio. Los guardias de asalto, perdón, los policías en uniforme de asalto, controlaban los accesos a la carrera de San Jerónimo, a Neptuno, a San Agustín, a la calle del Prado, a Cedaceros, a Zorrilla, a Marqués de Cubas, a Fernanflor. El éxito del plan Belloch de hacer visible la policía en la calle parecía completo.La teniente de alcalde de Medio Ambiente, Esperanza Aguirre, se sumaba aportando unos barrenderos verdes con mascarilla de quirófano y una regadera con ruedas que enseguida transformó en barro el remanente de arena de las obras inconclusas. Coches de las mejores marcas y más recientes modelos con las placas rojas del cuerpo diplomático recibían displicentes las inevitables salpicaduras. Los conductores de los vehículos oficiales y los escoltas iniciaban animados y expectantes corrillos después de haber descargado al objeto de sus cuidados últimas aglomeraciones en el bar del Congreso y en Casa Manolo para el café con churros, con la reaparición de antiguos habituales como Roberto Dorado, a quienes el alejamiento del complejo de La Moncloa ha proporcionado un buen color insultante.

Los altavoces diseminados por todo el edificio emitían las señales acústicas anunciadoras del inicio de la sesión. El presidente Félix Pons abría el pleno con cinco minutos de retraso. Enseguida prometían el acatamiento a la Constitución dos diputados que sustituían a Miquel Roca Junyent (CiU) y a Máximo Rodríguez Valverde (PSOE). La palabra era dada al señor presidente del Gobierno, que hizo uso de ella durante una hora. González, terno oscuro con chaqueta cruzada, se ató a un texto escrito de 31 folios. Leyó con algún trastabilleo en la pronunciación, con gesto sobrio, con tono modesto, sin perder la compostura cuando surgió la disconformidad o la interrupción desde los bancos adversos. Se arrancó con el pesar por el asesinato del líder del PP en el País Vasco, Gregorio Ordóñez. Después describió la situación compleja y grave del Gobierno, el enrarecimiento por los escándalos financieros, el caso Gal y los conflictos con el Poder Judicial. Reclamó los beneficios de la presunción de inocencia por lo que a él respecta en cuanto a los procesos judiciales en curso. Y enseguida invitó a todos a seguirle por la senda de la recuperación Y por los campos de la Unión Europea.

El presidente González abomino de los atajos seguidos por los políticos de la restauración para llegar al Gobierno que tan perjudiciales inestabilidades crearon y se embanderó con el respeto al cumplimiento de los plazos pautados para las legislaturas. Su brindis final con promesas de empleo, prosperidad y cohesión social recibió del Grupo Socialista una ovación de dos minutos, la más larga tributada a González desde las últimas elecciones. Eran las 13.05, y la sesión fue levantada hasta las 16.00. Otros cinco minutos de cortesía y en la tribuna, respondía José María Aznar. Parece que la solidaridad de los demócratas en la lucha contra la lacra del terrorismo puede propiciar un ambiente de consenso, pero es una impresión fugaz que se rompe con el insolente "No sé a qué ha venido usted aquí, señor González". Aznar había elegido para la ocasión indumentaria en tonos más claros, voz más empastada, mano izquierda que recoge con frecuencia todos los dedos excepto el índice liberado para señalar a su rival González mientras le increpa sin mirarle, como hacía El Litri en aquellos pases del desprecio.

Enseguida se advirtió que Aznar esta vez se ha servido de escribidores de menos calidad que en otras oportunidades. Estuvo eficaz hablando de agonía, torpe en sus referencias al Financial Times, inadecuado en su fruición ante las crisis de los mercados financieros y prefirió presentarse como esa expectativa-talismán de todas las soluciones sin concretar ninguna. Luego volvió a las letanías de desastres y ensayó ex presiones cuida das como balón de plomo. El discurso estaba sobrante de predeterminación y fue poco modulado en consonancia con el primero de González. Luego, en las réplicas, González demostró su oficio y también sus trucos, y Aznar seguía leyendo textos y perdiendo gas. Por fin, sentado en su escaño se dejó invadir por la tristeza y la depresión. La oposición, ayer se vio, también desgasta. Peor fue lo de Anguita, al que se declaró extraterrestre.

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