Irlanda y Reino Unido dictan leyes que ponen orden en el consumo de alcohol

El Reino Unido y la República de Irlanda han iniciado un camino lento pero, al parecer, irreversible hacia los usos y costumbres de la Europa continental en lo que a la relación social con el alcohol se refiere. El Reino Unido se dispone a dejar en la cuneta las "absurdas" medidas que impedían a las tiendas vender alcohol los domingos y restringían la venta de este tipo de bebidas en los pubs durante varias horas de tan señalado día. Los irlandeses se enfrentan a la cruda realidad de una nueva ley que limita notablemente las posibilidades de conducir con unas cervezas de más.

El primer ministro británico, John Major, hizo la semana pasada las delicias del sector más radical de su partido anunciando que las "absurdas medidas" que han dominado la escena dominical británica durante años están a punto de desaparecer. Hasta ahora uno podía encontrarse en la incómoda situación de no poder comprar una botella de vino un domingo en cualquiera de los supermercados abiertos al público entre doce de la mañana y seis de la tarde. Seis horas negras en la vida de las tradicionales public houses, en las que el camarero debía limitarse a servir té o café a los parroquianos.Sin embargo, esta aparente aproximación a la normalidad europea que está a punto de adoptar el Parlamento británico contrasta con la adopción de las mencionadas medidas restrictivas en Irlanda. Hasta ahora los irlandeses podían disfrutar de una velada en el pub consumiendo cervezas siempre que el alcohol en sangre no superara los 100 miligramos por 100 mililitros de sangre. Ahora, desde que la nueva ley entró en vigor en diciembre pasado, la cifra ha descendido hasta los 80 mil¡gramos. Y no sólo eso, un ciudadano culpable de conducir su coche después de una incursión festiva que entrañe consumo de alcohol por encima de los niveles legales se arriesga a perder su carné de conducir durante dos años y a pagar una multa de unas 200.000 pesetas, si le pilla la policía, naturalmente. Demasiada severidad, opina un sector de la sociedad irlandesa, y en concreto, parte de los dueños de los más de 10.000 pubs que funcionan en Irlanda. Los pubs, opinan, son una pieza clave en la idiosincrasia nacional que necesariamente languidecerá ante la presión de la nueva ley.

Entre los detractores de la medida, que aproxima la legislación irlandesa a Europa y sólo pretende rebajar el índice de muertes en la carretera por excesivo consumo etílico, la opinión más generalizada es que es la velocidad que alcanzan los coches el verdadero enemigo a combatir. Sin embargo, las numerosas organizaciones irlandesas preocupadas con el apabullante nivel de alcohólicos que arroja este pequeño país de tres millones y medio de habitantes y 150.000 alcohólicos censados han apoyado la medida gubernamental.

El reverendo Bernard McGuckian, un jesuita director de la Asociación Pionera de la Abstinencia Total, considera que los medios de comunicación modernos exigen este tipo de medidas restrictivas: "Las cosas no eran igual cuando la gente iba a caballo o en carros".