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Vuelve el tacón de aguja y la falda recta

Chanel, Gaultier y Westwood presentan en París las últimas tendencias en moda

Se esfuma la minifalda, pero llega el esmoquin-braga. La presentación en París de las colecciones de alta costura y prét-à-porter para el próximo verano ha sembrado el desconcierto. Por un lado, parece que asistimos a un retorno al lujo y el clasicismo, y, por otro, se confirma una vez más que hoy una cierta idea de juventud ha reemplazado a otra idea o imagen, la que se tenía de la elegancia. "Se acabó el minimalismo a la japonesa o el grunge de las últimas temporadas", afirma Toni Miró, cuyo desfile ha sido uno de los más destacados del prét-à-porter masculino.

En la última semana, París ha vuelto a revalidar su título de capital de la moda. La ausencia de minifaldas y de pantalones y las faldas rozando o tapando las rodillas son algunas de las notas comunes Asistimos a la apoteosis de los tacones de aguja, a la reaparición de las faldas largas y rectas, a la proliferación del traje chaqueta, al néw look a lo Grace Kelly. También Chanel, Jean Paul Gaultier o Vivian Westwood nos proponen el esmoquin-braga o el traje sastre-braga, conclusión lógica pero sorprendente de unas faldas que han acabado por desaparecer después de haber ido encogiendo casi al mismo tiempo que comenzaba a emerger al exterior la lencería.Este año, Christian Lacroix utiliza las gasas y encajes; Michel Klein parece como si hubíese querido vestir heroínas de Hitchcock y Geanfranco Ferre se ha servido del organdí y de los tonos pastel para su colección, y lo mismo ha servido para el gran Valentino.

Así, mientras para las mamás cuarentonas se reivindica una indumentaria correcta, para las hijas se reclama el derecho a mostrar las nalgas. No faltará quien diga que es a través de su culto a la juventud como la alta costura ha envejecido.

Antoni Miró sabe algo de esto desde el momento mismo en que renuncia a servirse de top models para hacer desfilar su ropa: "En París, mis modelos son amigos, gente que me interesa como personaje, como las cantantes y actrices Amina y Marie Laforet, el cineasta Bigas Luna, los intérpretes Fedor Atkine y María de Medeiros, la ex esposa del tenista Yanik Noah y su hija, etcétera. No quiero cuerpos perfectos, sino personas".

La industria del lujo

La moda es la parte visible del iceberg de la industria del lujo. El grupo LVMH, el más potente del mundo dentro del sector, admite que las ventas en alta costura apenas representan un 7% de su cifra de negocios, que descansa sobre todo en la perfumería y cosmética (28%), así como en la marroquinería y los bolsos (25%). En el mundo apenas quedan 1.200 compradores de alta costura -eran 17.000 en 1947-, aunque para ellos trabajan 4.500 personas -35.000 en la década de los treinta-.

En el prét-à-porter, las exigencias son otras; no se trata de satisfacer el deseo de originalidad de unos happy few, sino de vender belleza industrializada. "Se acabó el minimalismo a la japonesa o el grunge de las últimas temporadas. Hay un retorno al clasicismo y yo", explica Miró; "lo he imaginado velazqueño, negro y con cuellos blancos y rígidos. Claro que también me he servido de otros colores que antes no eran habituales en mi trabajo, como un verde intenso o rojo. Mi principal innovación puede que sea el servirme de nuevo de la levita. Abrigo y americana superpuestos es poco práctico y cómodo. La levita suprime el abrigo y permite estupendos chalecos".

En definitiva, la alta costura, con sus trajes a 60.000 francos (1.500.000 pesetas) como mínimo, quiere reencontrarse con la elegancia y liberarse de top models demasiado perfectas y demasiado caras. Se acabaron, hasta nuevo aviso, los harapos y la ecología. "No es a base de tener vergüenza del dinero como resolveremos el problema de la mendicidad", sentencia Christian Lacroix.

Todo es cuerpo

Y, sobre todo, no vale la pena pagar fortunas por trajes que necesitan un régimen estricto, gimnasia diaria y una peculiar constitución, por trajes que apenas necesitan tela porque todo es cuerpo. De haber seguido la moda en esa dirección, las clínicas de cirugía estética hubiesen acabado por llevarse a las clientas de alta costura, ya que por el precio de un Christian Dior se tienen tres liftings y unos senos casi nuevos.

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