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Éxito del Salón de Angulema a pesar de la falta de apoyo de la industria al cómic

Durante este fin de semana no había quien pudiera moverse con tranquilidad por el Salón del Cómic de Angulema. Las masas han tomado las carpas por asalto, mirando mucho y comprando bastante. Tal situación podría hacer pensar a cualquier observador imparcial que esto de los tebeos es el negocio del siglo, un medio de comunicación con un futuro esplendoroso. Pero no es así. En Europa, lamentablemente, los salones del cómic van por un lado y la industria por otro. Por eso, lo que debería ser la muestra de pujanza de un sector editorial no es más que un inmenso mercado en el que, durante unos pocos días, los editores hacen su agosto a costa de aficionados, niños, clases pasivas y militares sin graduación.La realidad es que la industria europea del tebeo pasa por una de las crisis más largas y contundentes de su historia. El buque insignia del continente, Francia, sigue publicando mucho (600 álbumes en 1994), pero las ventas no son las que eran hace 10 años. Entonces, la mejor revista francesa de cómic, À Suivre, vendía 80.000 ejemplares mensuales. Ahora apenas si llega a los 15.000. André Juillard, premio al mejor álbum francés en esta edición del Salón del Cómic de Angulema, se conforma con tiradas de 20.000 ejemplares. Jacques Tardi, un clásico en vida, consigue llegar a los 100.000.

Estas cifras no son lo que eran. Evidentemente, son una maravilla comparadas con las, de España, donde muy pocos autores consiguen vender más de 3.000 ejemplares de un álbum y donde las revistas especializadas (Cimoc, El Víbora y Viñetas) no llegan ni a los 10.000 ejemplares de venta. De Italia no hay mucho que decir. El hecho de que su autor más interesante, Vittorio Giardino, trabaje directamente para Francia y no encuentre la manera de publicar en su país resulta bastante elocuente. La situación de Alemania es catastrófica. La de Holanda casi se reduce a las hermosas y elitistas ediciones del ilustrador Joost Swarte.

Fracaso

¿Dónde radica el problema de esta situación? Los intentos de comienzos de los ochenta por sacar a los tebeos del gueto han fracasado. Y no sólo en Europa. Los creadores norteamericanos más interesantes (Daniel Clowes, Charles Burns y Peter Bagge) son personajes que fabrican obras de culto que se venden muy poco. Y uno de los pocos dibujantes japoneses que iba más allá de las simplezas que compran nuestros adolescentes y muchos de nuestros adultos (Yasuhiro Tatsumi) sobrevive de mala manera en Tokio al frente de una librería en la que vende un material que le repugna.

Sin embargo, en Europa un reducido grupo de editores y autores resiste heroicamente esperando tiempos mejores. En el Salón de Angulema se abrazan a sus homólogos norteamericanos y unos y otros van a suplicarle al japonés de turno que les venda esa pampringada gracias a la cual podrán financiarse lo que realmente les apetece editar y que no les resulta muy rentable.

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