"La interpretación no es más que un juego"
Carmen Maura se ha convertido en un mito del cine español. Pero le ha costado lo suyo. Un crítico teatral la convenció a los 25 años de que lo que hasta entonces había sidosu afición debía ser su auténtica profesión. Lo dejó todo y aquí está. "Un actor lo es desde la infancia", dice, y es que para ella "la interpretación, al fin y al cabo, no es más que un juego".
Carmen Maura está rodando una película en Barcelona y se pega unos madrugones de muerte. Tal vez por eso, entre toma y toma, puede uno encontrársela dentro de un coche dando una cabezadita. Cuando el descanso es más amplio, Carmen se encierra en su caravana y le da conversación a su perra Maggie mientras saca las agujas de hacer punto y fabrica bufandas a una velocidad de vértigo.La película se llama Pareja de tres, está dirigida por Antoni Verdaguer y tiene como protagonistas a Rosa Maria Sardà y, evidenternente, Carmen Maura. Su papel en esta cinta, el de una "falsa tímida", es un cambio notable tras la obra de teatro que ha estado interpretando en Francia con Jean-Pierre Cassel. "Y es que en Francia", explica, "siempre me caen papeles de mujer del Sur, fuerte y de armas tomar".
La relación de Carmen Maura con el teatro tiene mucho, según propia confesión, de lujo que se permite de vez en cuando: "Si tuviera que elegir, me quedaría siempre con el cine. Básicamente porque es un medio en el que la cámara hace la mitad de tu trabajo. Para bien y para mal. Si lo haces fatal te asesina. Pero si lo haces bien te convierte en un ser adorable del que luego los críticos hacen unos panegíricos que tú no entiendes de dónde salen. Me gusta hacer teatro de vez en cuando, porque está muy bien el contacto con el público y porque una vez has empezado a largar no hay quien te pare. Es un problema del cine. Del cine y mío, porque yo soy muy obediente con los directores y a veces no es fácil serlo con alguien que no conoces de nada".
El cinéfilo de los años setenta empezó a familiarizarse con Carmen Maura cuando protagonizó cortos de gente como Fernando Colomo, Miguel Ángel Díaz o Luis Mamerto López Tapia. En esa época compatibilizaba los cortometrajes y las veladas de madrugada en el madrileño cine California con funciones de teatro de aficionados: "Dejé de ser una actriz aficionada cuando Alfredo Marqueríe vino a verme haciendo una pieza de café teatro titulada Nerón y su aya, y me dijo que lo mío era dedicarme a esto como profesional. En aquella época yo hacía mis cositas, pero básicamente seguía siendo un ama de casa de 25 años, con dos hijos, que dirigía una galería de arte y que no acababa de decidirse a seguir su auténtica vocación. Después del magnífico monólogo de Marqueríe, me metí en un taxi, llegué a casa y le dije a mi marido que iba a ser actriz profesional... Se armó una muy gorda, para qué te voy a engañar... Tan gorda que consiguieron entre todos que mi vocación saliera reforzada del fregado... Me cayó el sambenito de chiflada que iba a tirar su vida por la borda para hacer de actriz, y en vez de desinflarme eso me dio una fuerza terrible... Estaba dispuesta a salirme con la mía, pero lo pagué caro: acabé fatal con mi marido, me quitaron a los críos..., fueron 12 años sentimentalmente muy jorobados... Pero sobreviví, y ahora me llevo fenomenalmente con mis hijos, que ya tienen veintitantos años".
Si Carmen Maura estaba tan creíble en Ay, Carmela eso se debe, probablemente, a que su escuela fue la vida del feriante: "Me tiré años haciendo giras por España con un repertorio que incluía de Ninette y un señor de Murcia a La vida es sueño. En algunos pueblos actuamos bajo la lluvia, con todo el público cubierto por paraguas. También hice giras por Francia y Alemania, algo así como una versión teatral de De España para los españoles... Una gran escuela, más eficaz que cualquier cursillo en Nueva York".
Luego llegó el cine, las películas con Almodóvar, el programa de televisión con Tola. Pero todo empezó cuando decidió jugarse el futuro por hacer caso a un histórico crítico de teatro: "En ese momento fui consciente de que no era ni libre ni feliz, que que me había pasado la vida haciendo lo que se esperaba de mí. A partir de entonces he hecho lo que quería. O lo que debía, pues un actor lo es desde la infancia, cuando le ves jugar con otros niños y ves que juega mejor que. los demás. La interpretación, a fin de cuentas, no es más que un juego".
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