Peaje medieval en el siglo XX
Valencia paga 115 millones a herederos de Pedro el Ceremonioso por usar las acequias subterraneas como vertederos
Si alguien pretende saber cómo funciona un peaje medieval que vaya al Ayuntamiento de Valencia. Probablemente será la única ciudad del mundo que todavía paga tributos a los herederos de un privilegio otorgado el 16 de agosto de 1386 en Barcelona por el rey don Pedro el Ceremonioso (II de Valencia y IV de Aragón).En aquel entonces se concedió omnímoda jurisdicción a los acequieros de la Ciudad de Valencia para gobernar sobre las tierras pantanosas reconvertidas en re gadíos. Con este uso se han mantenido siglo tras siglo las tierras aledañas a la ciudad amurallada, hasta que sus ansias de crecimiento ocuparon a partir de los años sesenta buena parte de la huerta, pero no así las venas que la alimentaban, una compleja maraña de innumerables acequias y brazos secundarios. Portadora de agua de riego y testigo vivo de unos derechos y tradiciones seculares que perviven, la red de acequias que se nutre del río Turia ha quedado sepultada bajo el asfalto urbano. Los planificadores urbanísticos lo sabían, pero en lugar de entubar las acequias y establecer una red de alcantarillado y saneamiento en los barrios que engullían las huertas, las dejaron discurrir tal cual, por debajo de las viviendas, de manera que en muchas de ellas se impone instalar el ascensor en el primer piso para evitar las humedades.
Los distintos ayuntamientos han intentado montar con escasa voluntad una red de saneamiento. También han chocado con los derechos omnímodos heredados por los acequieros desde 1386. Si en algún lugar el agua y los derechos de los usuarios es un mito, ése es Valencia. Esos privilegios son tan inviolables que quien quiera tocar una acequia debe pagar por ello; bien para recibir agua o para revertirla. Lo primero carece de sentido. Así que las acequias urbanas mantienen su otra función histórica: la de servir de alcantarillado a una ciudad que ha padecido un déficit crónico de infraestructuras de saneamiento.
"El alcantarillado de la ciudad de Valencia ha estado vinculado desde tiempo inmemorial a las acequias de riego", confirma un informe municipal. "Este inaudito esquema de saneamiento, en, el que un conjunto urbano que excedía del medio millón de habitantes no tenía otros colectores de evacuación que las acequias de riego", explotó con la riada de 1957, "que inundó parte de la ciudad y puso de manifiesto !u falta de capacidad para canalizar aguas pluviales".
La catástrofe planteó la construcción de una red de colectores para conducir las aguas negras hasta una depuradora, pero el plan se fue al traste porque el ministro de Obras Públicas de entonces, presionado por las constructoras, priorizó la construcción del trasvase Tajo-Segura, mucho más rentable políticamente.
Esta situación, con ciertas actuaciones parciales que avanzan lentamente, se prolonga hasta hoy con todas sus consecuencias. Las acequias continúan actuando de colectores y los acequieros siguen cobrando sus peajes ancestrales por prestar sus derechos al Ayuntamiento para permitirle verter las aguas residuales a sus cauces.
Todavía el año pasado, el Ayuntamiento de Valencia reservó 115 millones de sus presupuestos para pagarles a los herederos del rey don Pedro el Ceremonioso el peaje de usar las acequias como vertederos sin entubar por todo el subsuelo de la ciudad. "De este modo vobilis vobilis, unos señores se embolsan unos millones a costa de los valencianos", dice perplejo un experto local en planificación de redes de saneamiento.
Pero no es eso lo peor de la pervivencia de este privilegio ancestral. La desconexión de estas acequias es un problema de orden sanitario y medioambiental de largo alcance. En muchas ocasiones la peste que despiden las acequias no se puede soportar en barrios de una ciudad postmoderna donde más de millón y Medio de habitantes sobreviven en estas condiciones por un derecho heredado del siglo XIV. Al ayuntamiento valenciano le resulta todavía más barato pagar 115 millones anuales de peaje que completar la red de saneamiento.
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