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Autores y catedráticos polemizan por supuestos plagios en varias obras de Shakespeare

"Es una lástima que se haya perdido la costumbre de copiar", declara Adolfo Marsillach

El catedrático Manuel Ángel Conejero, que afirmó hace dos días que Shakespeare plagió y escribió obras deleznables, ofreció ayer documentos para avalar su teoría. El catedrático Jorge Urrutia, Adolfo Marsillach y Vicente Molina Foix afirman que en aquella época copiar era habitual. En cuanto a la afirmación de que los cuartos actos de las obras de Shakespeare son innecesarios, Mo lina Foix opina, en cambio, que algunos son fundamentales y pone en duda la técnica de traducción de la Fundación Shakespeare. Conejero da ejemplos de plagio sacados de una lista "interminable".

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Conejero, que es caballero del Imperio Británico, distinción que otorga la reina de Inglaterra rara vez a extranjeros, deja claro que no quiere que en ningún momento pueda desprenderse de sus declaraciones que está descubriendo la pólvora: "Éste es un largo y antiguo debate que ya se ha hablado en múltiples ocasiones, el patrimonio literario dramático era comúnmente absorbido de otras fuentes por los autores", dice el catedrático, al tiempo que defiende que el autor inglés es sagrado e intocable como hombre de teatro, pero terriblemente común como escritor.Vicente Molina Foix, escritor que ha traducido los últimos montajes de Shakespeare del Centro Dramático Nacional (Hamlet y El mercader de Venecia), señaló ayer que la teoría sobre los plagios del autor de El rey Lear no es tal: "Ya se sabe hace mucho que el concepto de originalidad que tenemos hoy sobre el arte es muy distinto al que se tenía en aquella época, en que todo eran préstamos y reescrituras". Respecto a que Shakespeare escribió obras deleznables, dijo; "Algunas no están a la altura de su mejor teatro, aunque no estoy de acuerdo que sean Pericles o Cimbelino, que es una de sus obras maestras, y deleznables, ninguna". Molina Foix tampoco coincide con Conejero respecto a que son malos los cuartos actos de las obras de Shakespeare: "Recuerdo el IV de El mercader de Venecia, la escena del juicio, una de las más importantes de la literatura dramática". El escritor termina afirmando: "Quizá el método de trabajo tan pintoresco de la Fundación Shakespeare hace que el profesor Conejero haya citado de memoria sin repasar sus notas".

Adolfo Marsillach está totalmente de acuerdo con una de las tesis de Conejero: "En esa época todos plagiaban a todos, creo que es una costumbre que debería reproducirse, y es una lástima que se haya perdido", y añade: "Lo importante no es el plagio, que me parece legítimo, sino lo que uno añade al plagio y ése es el talento". Marsillach, conocedor de nuestros clásicos, dice que en los autores españoles de aquella época encontramos repetidas obras enteras: "Ese problema entonces no existía, surgió a partir de los derechos de autor, momento en que los autores se pusieron finos". Para el dramaturgo y académico Francisco Nieva, el que Shakespeare sea plagiario o no "es lo de menos porque en Shakespeare es el gran valor formal el que realmente se revela al lector". "En primer lugar", dice Nieva, "no sabemos quién era Shakespeare. Y si, por ejemplo, ha cogido los cuentos de Mateo Vandello y ha hecho Romeo y Julieta siguiendo el argumento, eso no es una cosa que me moleste a mí, porque lo ha teatralizado y ha profundizado en los personajes".

Jorge Urrutia, catedrático de Literatura y Comunicación en la Universidad Carlos III y experto teatral, cree que en las tesis de Conejero hay que distinguir dos cosas: "En la parte textual, al igual que con los autores españoles del Siglo de Oro, son copias que manejaban las compañías y hoy no podemos asegurar que los manuscritos sean realmente shakespearianos, es algo absolutamente normal con el teatro de la época", dice. "Shakespeare es un autor de teatro y utiliza una serie de bienes culturales mostrencos, junto a su propia inspiración y una gran capacidad combinatoria", añade Urrutia.

Conejero ha traducido numerosas obras de Shakespeare. Estos trabajos los hace como responsable del equipo de traductores y filólogos que trabajan bajo sus órdenes. "En todas estas obras he tenido que sufrir el cuarto acto; tengo claro que en esta parte Shakespeare patinaba, sin duda, por su absurda manía de prolongar innecesariamente una obra que hasta ahí era perfecta", dice. "Hay otras muchas obras, algunas que nunca traduciré porque soy incapaz de volver a leerlas, son obras detestables y deleznables, de calidad literaria más que dudosa, como La fierecilla domada y otras".

Él deja claro que hay muchas cuestiones por las que Shakespeare es un personaje polémico, al mismo tiempo que le considera el mayor genio que el teatro haya tenido jamás.

Para este hombre, que fue director general de los teatros nacionales en la etapa de la transición entre el Gobierno de UCD y del PSOE, es absurdo lo que ocurre en la investigación: "Se ha comprobado que hay más libros sobre Hamlet que nombres en la guía de teléfonos de Varsovia".

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