Asesinado por sus ideas
A GREGORIO Ordóñez, candidato del Partido Popular a la alcaldía de San Sebastián le mataron ayer por sus ideas y por tener el valor de no callárselas. No es posible saber si su asesino tiene alguna idea en la cabeza, pero seguro que cobardía, no le falta: la necesaria para acatar sin rechistar la orden de asesinar a sangre fría a un hombre indefenso. Ordóñez era, además, el candidato del partido que en las últimas elecciones autonómicas fue la fuerza más votada en la ciudad. Si no el pistolero, quienes le ordenaron disparar sabían que la víctima era el probable futuro alcalde donostiarra. Desde el asesinato del dirigente socialista Enrique Casas, el, 23 de febrero de 1984, los terroristas no se habían atrevido a atentar directamente contra un líder político en activo, legitimado por el voto de los ciudadanos.Pasa a la página 12
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Es posible que los terroristas hayan visto posibilidades desestabilizadoras en el delicado momento político. Ello refuerza la necesidad de que las fuerzas democráticas, al margen de sus querellas presentes, mantengan la calma y hagan patente su voluntad de permanecer unidas frente al pistolerismo de ETA.
En noviembre pasado se publicaba en un periódico vasco una carta capturada por la Ertzaintza en la que un miembro de la cofradía radical invitaba a la dirección de ETA a atentar contra miembros "del PSOE, PP o PNV" a fin de que los compañeros de las víctimas, "cuando vuelvan del funeral, piensen que es hora d e encontrar soluciones" si no quieren "estar en el lugar que estaba el otro, o sea, en madera de pino". Tal es la confianza que tienen en la fuerza de sus ideas: creen que sólo asesinando a quienes piensan de manera diferente podrán convencerlos. Hace unos 15 años, el asesinato de un dirigente de la UCD del País Vasco por parte de ETA Político-militar, provoco una intervención por televisión de un antiguo etarra, condenado a muerte durante el franquismo. Era Mario Onaindía, y lo que aquella noche dijo fue que matar a alguien por sus ideas es fascismo. Fue la ruptura entre Euskadiko Ezkerra y los poli-milis, que se disolverían poco después.
¿Habrá en Herri Batasuna alguien con el valor suficiente para decirles a los que ahora dirigen la coordinadora KAS y ETA que lo que ordenaron ayer es fascismo? En las elecciones locales de 1991, el Partido Popular obtuvo en San Sebastián cinco concejales, los mismos que Herri Batasuna. ¿Esos cinco concejales abertzales que se sentaban junto a Gregorio Ordóñez en el consistorio tendrán algo que decir? Por ejemplo, el concejal de HB José Agustín Arrieta, que hace 15 meses, y con motivo de los ataques a la Ertzaintza, expresaba su temor a que la violencia de ETA provocase "un enfrentamiento civil entre vascos". ¿Era vaco Ordóñez, lo son los donostiarras que pensaban votarle para la alcaldía? En fin, ¿tendrá ese concejal algo que añadir a lo que dijo en el programa televisivo de Mercedes Milá sobre la necesidad de superar el abismo de incomprensión existente entre los vascos y los españoles, debido, según él, a los efectos del centralismo y la manipulación informativa?
La banda terrorista ETA no puede ya determinar con sus atentados la vida política española. Pero sería cerrar los ojos a la realidad ignorar que la crisis actual, relacionada precisamente con los episodios de guerra sucia contra ETA, ha colocado a las instituciones en una situación de debilidad: con un Gobierno cuya legitimidad es contestada por la oposición, sin una alternativa clara, con fuertes divisiones entre los partidos democráticos y , en el País Vasco, con un pacto antiterrorista debilitado por factores diversos. Entra en el estilo de los jefes terroristas -convencidos de que cuanto ocurre sobre la tierra tiene que ver con sus iniciativas- pensar que el momento es óptimo para intervenciones desestavilizadorsa. Tal vez con la esperanza de que los enfrentamientos entre partidos rivales, agudizados por la proximidad electoral, rompan la unanimidad democrática y aviven polémicas como la de si es posible luchar contra el terrorismo sin recurrir a la guerra sucia.
La expencia indica que para prevenirse contra tales provocaciones no hay más vías que las que durante estos años han acreditado su eficacia: la respuesta policial, desde la legalidad, y la unidad y firmeza de las fuerzas democráticas contra quienes intentan imponerse por la fuerza.
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